En muchas ocasiones me he preguntado: «¿Por qué Dios nos permite pasar por determinadas experiencias, especialmente aquellas que tanto nos lastiman? ¿Por qué debemos pasar por “el desierto” para poder dar frutos?»
Porque si bien es cierto que, aunque nuestra vida haya estado rodeada de bendiciones incontables, también es cierto que muchas veces experimentamos situaciones tan dolorosas que logran estremecer los cimientos de nuestra fe. Olvidamos muy rápido que Dios ha estado podando nuestras ramas para que puedan dar fruto. Esto lo afirma la Palabra de Dios: «toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía» (Juan 15.2-NVI).
Si en este momento estás atravesando por situaciones adversas que te hacen sentir como si estuvieras en la soledad de un desierto sin encontrar un oasis para calmar la sed de tu alma, haz un alto, quita la mirada de tu realidad y busca el rostro de Dios. Él es el que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación.
En nuestro recorrido por esta vida es necesario que nos detengamos a juntar y analizar todas las piezas del «rompecabezas de nuestra existencia» a la luz de la Palabra de Dios. Esto nos ayuda a descubrir cómo todo encaja dentro del plan que Dios ha diseñado para nuestra vida. Porque no hay duda que todo lo que nos ocurre, aunque no lo entendamos, responde al plan para el cual Dios nos ha escogido.
Un consejo…
– No dejes que tus interrogantes, ni tus dudas, ni la gente, ni las circunstancias que te rodean, te roben la paz y mucho menos el entusiasmo de seguir sirviendo a un Dios maravilloso, ¡a un Cristo resucitado!
– Cuenta tus bendiciones en vez de enumerar tus frustraciones.
– No busques encontrar el «porqué» de tus preguntas, tus problemas o circunstancias, sino más bien el «para qué» de las cosas que te están sucediendo.
Cuando decidimos llevar nuestras cargas a Dios y rendir nuestra vida por completo a Él, te aseguro que tu lamento se convertirá en baile (Salmo 30.11).
«No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa» (Hebreos 10.35-36).
«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios» (2 Corintios 1:3-4).
¿Tus «ramas» han sido podadas por el Maestro? Déjanos tus comentarios.
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