Desde niños nos formamos en un ambiente de competencia donde la meta es el logro. Vivimos en una sociedad impulsada por el éxito, donde el fracaso no se considera una opción, sino una deficiencia.
La sociedad no recompensa la derrota, y quizá por esa razón no son muchos los fracasos documentados en los libros de historia. Las excepciones son los fallos que se convierten en pasos para el éxito posterior, como es el caso de Thomas A. Edison, que fracasó en mil intentos antes de inventar la bombilla.
Por otro lado, la vida misma nos enfrenta ante la necesidad de aprender a abrazar la perspectiva del fracaso. El fracaso y la derrota son los mejores maestros de la vida, pero a ninguno nos agrada llegar allí. Aunque Dios nos advierte que vamos a experimentar aflicciones, nos resulta casi imposible desamarrar ese fracaso del sentimiento de ineptitud, frustración, sentimiento de pérdida y derrota, como algo positivo para nuestra vida.
El quebrantamiento nos encuentra en las cosas grandes y pequeñas, como pérdida, dolor o enfermedad. Cuando sentimos que nuestro mundo se derrumba nuestro caminar deja de ser un camino de victoria y se convierte en un caminar cuesta arriba con mucha, pero mucha dificultad. Es entonces que reaccionamos como el profeta Elías. Nos olvidamos de las promesas de Dios y temerosos nos escondemos en la cueva a esperar la muerte.
«Y hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. Así que no temáis; vosotros valéis más que muchos pajarillos» (Mateo 10.30-31-RVR1960).
El fracaso no nos define. Fracasar en un proyecto no significa el fin de nuestra vida ni de nuestra carrera o ministerio, sino una oportunidad para aprender, para cambiar, y salir fortalecidos. Porque lo que puede ser un fracaso para ti, puede ser el mejor logro que Dios había planificado de antemano para tu vida.
«Mis planes para ustedes solamente yo los sé, y no son para su mal, sino para su bien. Voy a darles un futuro lleno de bienestar» (Jeremías 29:11).
Te invito a juntar los pedazos de tu fracaso y emprender con ellos, de la mano de Dios, una nueva etapa en tu vida. Porque es mejor seguir en la batalla por aportar algo positivo a este mundo que sumarnos a la lista de los que no conocen ni la victoria ni la derrota. «Fracasar» intentando hacer algo, no es fracaso. El peor error o fracaso es no intentarlo por temor a fracasar.
«Trabaja, y triunfarás; no trabajes, y fracasarás» (Proverbios 12:24).
Cuando sientas que tu vida se derrumba, acude a la Biblia que te ayudará a recordar las promesas de Dios.
«Tal vez tenga tropiezos, pero no llegará a fracasar porque Dios le dará su apoyo» (Salmos 37:24).
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