Era viernes por la noche, y estaba sola.

Comencé el día imaginando una noche llena de risas, conversaciones profundas y buena comida. Pero tres minutos antes, mi amiga me envió un mensaje de texto para cancelar nuestros planes de cena.

Al principio, me sentí como si hubiera entendido. Ha estado muy ocupada, me dije. Pero no pude dejar de contar la cantidad de veces que ella había cancelado en los últimos dos meses: esta fue la quinta. Se sentía como demasiados.

Estaba empezando a pensar que tal vez había algo que no me estaba diciendo. Tal vez ella simplemente no quería salir más. Tal vez yo era demasiado aburrida.

Entonces me sentí enojada. ¿No me respeta lo suficiente como para decirme si tiene algún problema conmigo? Pensé. ¿Por qué debería seguir intentando cuando a ella claramente no le importa? Pensé en enviarle un texto pasivo-agresivo. Pensé en decirle que era una mala amiga.

Viviendo en el amor

En medio de mi enojo, pensé en lo que nos recomienda Santiago que debemos «estar listos para escuchar» y «ser lentos para hablar y para enojarse» (Santiago 1:19). También recordé el consejo de Jesús: «Si tu hermano te hace algo malo, habla con él a solas y hazle reconocer su falta. Si te hace caso, ya has ganado a tu hermano». (Mateo 18:15).

Aunque estaba herida y quería poner a mi amiga en su lugar, sabía que la opción más saludable era tener una conversación abierta.

Al principio, no quería escuchar, y no quería perdonar, pero le di a mi amiga la oportunidad de compartir por qué ella había estado «perdida en acción» durante tanto tiempo. Cuando me tomé el tiempo para dejarla hablar, me enteré de que estaba sufriendo una enfermedad dolorosa en los últimos meses. Mi corazón se ablandó. Oré con ella y compartí lo confundida y dolida que me había sentido cuando canceló nuestros planes. Ella entendió cómo me sentía, y ambas acordamos ser más abiertas la una con la otra en el futuro.

No fue fácil ser vulnerable y compasiva cuando me reuní con mi amiga, pero valió la pena. Si estás luchando para perdonar a un amigo que te ha lastimado, tómate unos momentos para orar a través de estos proverbios de la Palabra de Dios para recordar cuánto vale nuestro amor hacia nuestros amigos:

Señor, no tengo ganas de perdonar a mi amigo. Me siento herido y enojado, y preferiría simplemente gritar o cortar a mi amigo. Pero valoro demasiado nuestra amistad para destruirla. Por favor, muéstrame cómo perdonar a mi amigo.

El odio provoca peleas, pero el amor perdona todas las faltas. — Proverbios 10:12

Dios, ayúdame a recordar los buenos tiempos de nuestra amistad. Muéstrame cómo acercarme con sensibilidad a mi amigo con mis sentimientos heridos. Ayúdame a estar abierto a escuchar el otro lado de las cosas.

Quien pasa por alto la ofensa, crea lazos de amor; quien insiste en ella, aleja al amigo. — Proverbios 17:9

Señor, gracias por amarme bien. Gracias por enseñarme a amar con tu ejemplo. Sigue ayudándome a crecer en el amor cada día. Amén.

No abandones nunca el amor y la verdad;
llévalos contigo como un collar.
Grábatelos en la mente. — Proverbios 3:3

Originalmente publicado en inglés en el Bible Blog de American Bible Society el 21 de marzo de 2019.