Pensaste que lo tenías bien esta vez. Pensaste que, esta vez, era para siempre. Simplemente no te diste cuenta que «para siempre» terminaría tan pronto.

Tus amigos tratan de consolarte. Te dicen que no fue tu culpa. Dicen que no podrías haber hecho nada para cambiar lo que sucedió. Te animan a que te levantes y «salgas» de nuevo.

Pero todavía estás tambaleándote. Todavía estás pensando en maneras de volver al amor que alguna vez tuvieron ustedes dos. Te culpas por las pequeñas cosas que deberías o no deberías haber dicho. Piensas, tal vez si hubiera escuchado más. Tal vez si me hubiera esforzado más. Tal vez si hubiera sido diferente, tal vez hubiera sido suficiente para que se quedara.

Es fácil sentirte como un fracaso absoluto cuando las relaciones fracasan. Es tentador hundirte en espirales oscuros de duda y desesperanza. Quizá te preguntes si alguna vez encontrarás el amor verdadero.

En medio de tu dolor, la Palabra de Dios te ofrece esperanza. La Biblia no promete que no sentirás dolor. No dice que no lucharás con el dolor de un corazón destrozado. Pero sí te dice estas maravillosas verdades sobre el amor y cuidado de Dios por ti:

1. Dios está contigo en tu dolor, incluso en lo más profundo de tu desesperación.

Aunque pase por el más oscuro de los valles,
no temeré peligro alguno,
porque tú, Señor, estás conmigo;
tu vara y tu bastón me inspiran confianza. — Salmos 23:4

2. Aunque la vida parezca incierta, Dios está en control.

Señor, tu palabra es eterna;
¡afirmada está en el cielo!
Tu fidelidad permanece para siempre;
tú afirmaste la tierra, y quedó en pie.
Todas las cosas siguen firmes, conforme a tus decretos,
porque todas ellas están a tu servicio. — Salmos 119:89-91

3. El amor de Dios por ti es bueno.

El Señor es tierno y compasivo,
es paciente y todo amor.
El Señor es bueno para con todos,
y con ternura cuida sus obras. —Salmos 145:8-9

4. El amor y el cuidado de Dios por ti no se desvanecerán.

¿A dónde podría ir, lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiría, lejos de tu presencia?
Si yo subiera a las alturas de los cielos,
allí estás tú;
y si bajara a las profundidades de la tierra,
también estás allí;
si levantara el vuelo hacia el oriente,
o habitara en los límites del mar occidental,
aun allí mi alcanzaría tu mano;
¡tu mano derecha no me soltaría! — Salmos 139:7-10

Originalmente publicado en inglés en el Bible Blog de American Bible Society el 30 de mayo de 2017.