Fue un jueves cuando le dimos la bienvenida a la primera nevada, la cual me recordó que es temporada de celebraciones en familia (el Día de Acción de Gracias, Navidad y Año Nuevo). Cada año, mi esposa y yo debemos decidir dónde la pasaremos; esa es una tarea difícil, pues ninguno de nuestros familiares vive a menos de 5 horas de viaje.
Sin embargo, somos afortunados de tener a nuestra familia en la fe. Varios de ellos tampoco tienen familiares que vivan cerca; para algunos, su familia más cercana está en el Perú, Puerto Rico, Colombia o en otras ciudades de los Estados Unidos. Nos encanta pasar tiempo con ellos; aunque no los vemos a diario, hacemos lo posible por reunirnos con frecuencia. Tenerlos a ellos nos ha ayudado a madurar en nuestra fe y nos ha enseñado muchas lecciones sobre la vida en comunidad. He aquí cinco de ellas.
- Está presente en las buenas y en las malas
- Sé humilde y no hagas distinción
- Promueve la hospitalidad y comparte lo que tienes
- Ora por los demás
- Anima a hacer lo bueno
Mi esposa y yo hemos tenido el privilegio de celebrar eventos importantes con amigos de la iglesia como ascenso laboral y cumpleaños, lo cual nos llena de gozo. Pero también decidimos estar presentes en momentos de necesidad como cuando alguien tiene problemas de salud o sufre la pérdida de un ser querido.
Pablo nos enseña:
«Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran» Romanos 12:15.
¡Qué bendición es poder contar con alguien!
Me encanta lo que Pablo escribió a los gálatas:
«Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús, porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús» Gálatas 3:26–28.
Nuestra iglesia es muy diversa; hay personas que tienen mucho y otras que tienen poco, hay de todos los tonos de piel, diferentes idiomas y niveles de educación. A todos los amamos y apreciamos por igual y esas diferencias nos hacen más eficaces para compartir el amor de Dios al mundo diverso que nos rodea.
Mi familia nunca tuvo mucho, pero mis padres siempre decían que donde comen dos comen tres. En nuestra mesa siempre había alguien comiendo, fuese invitado o no. Compartir una comida o un café siempre era una excusa para ponerse al día con los demás y disfrutar de una buena dosis de risa.
Ahora que vivo en una ciudad grande de los Estados Unidos, no es para nada común que alguien simplemente llegue a nuestro hogar, pero sí tratamos de constantemente compartir lo que tenemos, recordando cómo vivía la iglesia según Hechos.
«Nadie consideraba suya ninguna de sus posesiones, sino que las compartían» Hechos 4:32b.
«De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad» Hechos 2:46b.
Mi esposa y yo tenemos muchas oportunidades de orar por los demás, como cuando reunimos para los estudios bíblicos del ministerio en español que dirigimos o cuando damos consejería prematrimonial. Siempre hay necesidades por las que podemos orar; a veces basta simplemente con preguntarle a alguien qué necesidad tiene. Sin embargo, podemos también aprender del apóstol Pablo, quien tomaba la iniciativa de orar por los efesios para que Dios les diera sabiduría y entendimiento de él y sus bendiciones (Efesios 1:18–19)...nosotros podemos orar lo mismo.
Una de las mayores bendiciones que he encontrado en el hábito de reunirme con otros cristianos, es el hecho de que nos podemos animar, exhortar y dar consejos. Pablo les recuerda a los hebreos:
«Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras» Hebreos 10:24.
Si bien es cierto que las buenas obras no nos salvan, son una forma muy eficaz de demostrar el amor de Dios al mundo.
La vida del cristiano requiere vivir en comunidad. ¿Qué has aprendido en la Biblia sobre cómo vivir en comunidad? ¿Cómo puedes aplicar este conocimiento en esta época de celebraciones?
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