Cuando escucho la palabra Navidad, se evocan en mi mente imágenes de luces y ornamentos; escenas de reuniones familiares; aromas de manzana, canela y chocolates; sabores de ponche y buñuelos; y la emoción de los regalos. Esos son elementos que con frecuencia asocio con la temporada decembrina.
Hablando de regalos, en los Estados Unidos parecen ser primordiales en la Navidad. Personalmente no tengo memoria de jamás haber recibido algún regalo en Navidad en los años que viví en mi pueblo natal mexicano. Yo no crecí con la idea de los regalos como tradición navideña. Mi esposa, por otro lado, cuando era pequeña esperaba con ansias levantarse temprano la mañana de Navidad para abrir regalos.
Al reflexionar, concluyo que la Navidad no se trata de simplemente dar regalos, sino amor. De hecho, la Navidad original proviene del regalo de Dios a la humanidad como muestra de su amor inmensurable:
«...Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna» Juan 3:16.
Estoy convencido de que para mi esposa la Navidad es mejor con regalos porque para ella, en general, recibir regalos la hace sentir apreciada y amada. Aunque para mí no ha sido una tradición, debo admitir que recibir regalos en Navidad me hace sentir especial. No es por el hecho de recibir algo material, sino por la conexión que se crea o fortalece entre el dador y el receptor.
Más allá de simplemente dar regalos esta Navidad, demos amor. Reflexionemos sobre el amor inmenso de Dios y cómo podemos compartirlo con el mundo, no solo esta época decembrina, sino como un estilo de vida. Hay muchas formas de hacerlo.
En su popularísimo libro Los cinco lenguajes del amor, Gary Chapman ofrece una revelación revolucionaria sobre las expresiones de amor. A continuación ofrezco algunos ejemplos de cómo Dios demuestra su amor en los cinco lenguajes. Comparto también ideas de cómo podemos nosotros aplicar este conocimiento.
Palabras de afirmación.
Me encanta Mateo 3:17b. Creo que es un ejemplo perfecto de palabras de afirmación. «Éste es mi Hijo amado, a quien he elegido.» ¿Qué palabras de afirmación necesita escuchar tu familia? ¿Cuál es un medio viable y efectivo para comunicarlas...en persona, una llamada, una tarjeta, un mensaje de WhatsApp?
Tiempo de calidad.
El salmista es testigo de que Dios está disponible para pasar tiempo con nosotros. «Amo al Señor porque ha escuchado mis súplicas, porque me ha prestado atención...» Salmos 116:1-2. Pasa tiempo de calidad con tu familia; planea hoy la próxima excursión; puede ser a otro estado o al parque local favorito. ¿Qué tal una película en casa o una charla individual con algún ser querido?
Regalos.
Juan 3:16 nos muestra el mayor regalo de Dios. Cuando demos regalos, hagámoslo pensando en los intereses de la persona que lo recibirá. Una muñeca podría no ser el presente más apropiado para una mamá, así como una corbata podría no ser lo más emocionante para un niño de diez años.
Actos de servicio.
Mateo 20:28 dice que «...el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por una multitud». Jesús sirvió de tantas maneras...enseñando, alimentando a multitudes, sanando enfermos, resucitando muertos. ¿A quién puedes servir? ¿Tienes algún familiar enfermo para el que podrías cocinar? ¿Alguna pareja con bebé para la cual podrías hacer las compras?
Contacto físico
Hay varios versículos (como Oseas 11:3-4 y Marcos 10:16) que nos demuestran el deseo de Dios por estar cerca de nosotros, cuidarnos, y bendecirnos; pero uno de mis favoritos es Mateo 23:37, donde Dios nos da una imagen tan tierna: «como la gallina junta sus pollitos bajo las alas». ¿Cuándo fue la última vez que le diste un abrazo a un ser querido? ¿Qué tal a los que viven lejos? No es lo mismo una llamada telefónica que una visita. Yo, personalmente, estoy emocionado por visitar a mi familia muy pronto para poder abrazarlos y comer con ellos en la misma mesa.
Ya sea que obsequiemos o no cosas materiales esta Navidad, no olvidemos que uno de los mejores regalos que podemos dar no tiene precio: estar presentes.
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