Desde pequeño aprendí a trabajar en el campo en mi tierra natal. Una de mis actividades más comunes en el campo era cortar la hierba (o como decimos por aquellos lares, chapear). Recuerdo en varias ocasiones haber comprado machetes nuevos. Es muy emocionante comprar cosas nuevas, pero lo que muchos quizá no saben es que los machetes nuevos no necesariamente están listos para usar; primero hay que despalmarlos. El proceso de despalmado era arduo, pues consistía en reducir el ángulo del filo con el uso de una lima...a mano.
Por esas experiencias se me facilita visualizar lo que escribió el sabio:
«El hierro se afila con el hierro,
y el hombre en el trato con el hombre» (Proverbios 27:17).
Este proverbio nos habla sobre cómo las personas con quienes convivimos pueden contribuir a la formación de nuestro carácter, sobre todo aquellas con las que pasamos más tiempo. El afilar nos habla de situaciones y conversaciones incómodas que nos pueden retar y confrontar a ser mejores. El matrimonio puede propiciar muchas de ellas. La pregunta es ¿cómo reaccionas ante esas situaciones? ¿Te frustras al enfocarte en lo incómodas que son, o decides aprovechar la oportunidad de demostrar a Cristo a través de tu vida y ejercitar tu carácter?
Para mi no ha sido fácil siempre demostrar a Cristo en situaciones de conflicto y no pretendo para nada ser perfecto, sin embargo, mi esposa y yo hemos visto el cambio positivo en mí como resultado de ese proceso de afilar en mi vida. Ahora quisiera compartir cuatro cualidades que, en mi opinión, siempre tendremos oportunidades para mejorar y/o practicar en nuestro matrimonio:
- Paciencia. La personalidad de mi esposa es diferente a la mía y algunas veces hace cosas que no me gustan. No es necesariamente que esté mal lo que hace, sino que es diferente a lo que yo prefiero, desde cómo lavar los trastes hasta qué tan alto debemos poner la calefacción en el invierno. Quizá tendrás muchas ocasiones en las que te sientas tentado a ser impaciente, pero recuerda que Dios es «lento para la ira y grande en misericordia» (Salmos 103:8b RVR1960). Aprendamos de él.
- Amabilidad. Es cierto que puede ser fácil ser amable con alguien que nos trata bien, pero es difícil ser amables cuando estamos en desacuerdo o cuando nos sentimos lastimados. En el matrimonio, esas situaciones pueden abundar, pero tengamos presentes las palabras de Pablo:
«Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo» (Efesios 4:32).
- Abnegación. De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, una persona abnegada es alguien que se sacrifica o renuncia a sus deseos o intereses. Jesucristo es el mejor ejemplo al dar su vida por su iglesia. Como esposos, tenemos el mandamiento de amar a nuestras esposas de la misma manera. Muchas veces no querremos necesariamente ser abnegados, pero si somos sensibles al llamado de Dios, quizás él nos muestre de manera específica cómo hacerlo.
- Humildad. La humildad es posiblemente lo que más he tenido la oportunidad de practicar, sobre todo en tantas ocasiones en que he fallado. Aunque no me gusta admitirlo, cometo muchos errores y muchas veces tengo que pedir perdón. En muchas ocasiones Dios ha usado a mi esposa para mostrarme en qué estoy mal. Después de todo,
«¿Quién está consciente de sus propios errores?» (Salmos 19:12).
Además,
«El Señor es excelso, pero toma en cuenta a los humildes y mira de lejos a los orgullosos» (Salmos 138:6).
Lo interesante de la ilustración del machete es que, al afilarlo con el hierro (la lima), lo estamos preparando para lo que fue creado. De igual manera Dios puede usar la relación del matrimonio para prepararnos para lo que fuimos creados, pero debemos estar dispuestos a ver nuestras interacciones difíciles como oportunidades de crecimiento más que simplemente situaciones incómodas. Continuemos creciendo y mostrando en nuestro matrimonio los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23 RVR1960).
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