¡Él ha resucitado!

Al llegar la noche de aquel mismo día [Pascua de la resurrección], el primero de la semana, los [creyentes] se habían reunido con las puertas cerradas por miedo al [COVID-19]. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:

—¡Paz a ustedes!

Es verdad. El párrafo anterior fue adaptado del Evangelio de Juan, capítulo 20, versículo 19. Pero no se requiere mucha imaginación para ponernos en ese entorno con los discípulos del primer siglo. Estoy seguro de que estás de acuerdo conmigo en que fue muy difícil no estar presente para el culto de Pascua durante el fin de semana. ¡Algunos han comentado que esta fue la primera vez que la adoración de Pascua se suspendió (incluso se prohibió) en un sentido general desde antes de que el emperador Constantino legalizara el cristianismo en 312 d.C.!

A medida que continuamos ajustándonos a nuestra nueva «normalidad», ¿cómo podemos asegurarnos de no perder de vista el poder y el mensaje de la resurrección? ¿Cómo podemos llegar a ser como los discípulos que en 50 días proclamarían públicamente la buena noticia de este evento que cambiara el mundo?

El capítulo de la resurrección

En la primera carta del apóstol Pablo a la iglesia en Corinto, él dedica un capítulo entero (15) a la resurrección. El capítulo comienza con estas palabras:

Ahora, hermanos, quiero que se acuerden del evangelio que les he predicado. Éste es el evangelio que ustedes aceptaron, y en el cual están firmes. También por medio de este evangelio se salvarán, si se mantienen firmes en él, tal como yo se lo anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano.
En primer lugar les he enseñado la misma tradición que yo recibí, a saber, que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que lo sepultaron y que resucitó al tercer día, también según las Escrituras; y que se apareció a Cefas, y luego a los doce (1 Corintios 15:1–5).