En la escuela primaria, temía los meses de verano desestructurados. Los nuevos horarios, las nuevas responsabilidades, los nuevos compromisos, la «novedad» de la vida de verano siempre desenterraron mis más profundas ansiedades, dejando mi cabeza dando vueltas mientras luchaba con la transición. Una vez que me adapté completamente a la vida más allá del aula, comencé a prepararme para un cambio diferente: la llegada de un nuevo año escolar. Superado por la ansiedad, regularmente luchaba contra los sentimientos de miedo, duda e incertidumbre.
Ahora, a casi los treinta años, y más allá de mis días de escuela primaria, ya no temo la transición de regreso a la escuela. Ya no detesto los exámenes finales y las presentaciones de 20 minutos. Y ya no me alejo de los nuevos maestros, los nuevos compañeros y las nuevas aulas. Pero al considerar la ansiedad que experimenté cuando era niño, me recuerdan el desafío que presenta el cambio, tanto para los niños como para los adultos.
Hasta el día de hoy, las nuevas situaciones dejan que mi cabeza dé vueltas, tal como lo hicieron hace muchos años. Los nuevos maestros han sido reemplazados por nuevos jefes; nuevos compañeros de clase, por nuevos compañeros de trabajo; y nuevas aulas, por nuevos lugares de trabajo. Cada una de estas transiciones evoca recuerdos de las mañanas de finales de agosto, cuando el comienzo de un nuevo año escolar me dejaba casi paralizado. Pero en estos momentos, escucho las palabras de 2 Tesalonicenses 3:16: «Y que el mismo Señor de la paz les dé la paz a ustedes en todo tiempo y en todas formas…».
No importa cómo se vea tu «primer día de escuela», Dios siempre caminará a tu lado. Cuando asumes un trabajo en un lugar lejano, él te brinda comodidad. Cuando te mudas a un nuevo hogar, y tu rutina diaria –que antes te resultaba familiar– se siente abrumadoramente desconocida, te ofrece seguridad. Y cuando te unes a nuevos grupos sociales y te conectas con nuevos amigos, él te ofrece paz.
La próxima vez que te encuentres en medio de una transición de cabeza giratoria, medita las palabras de consuelo del Señor. Estos versículos te ayudarán a comenzar:
1. El Señor camina con nosotros.
Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno, porque tú, Señor, estás conmigo; tu vara y tu bastón me inspiran confianza. – Salmos 23:4
2. El Señor nos defiende.
Deja tus preocupaciones al Señor, y él te mantendrá firme; nunca dejará que caiga el hombre que lo obedece. – Salmos 55:23
3. El Señor no quiere que nos preocupemos.
No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús.– Filipenses 4:6-7
4. El Señor no quiere que tengamos miedo.
No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa. – Isaías 41:10
5. El Señor entrega paz.
Señor, tú conservas en paz a los de carácter firme, porque confían en ti. – Isaías 26:3
Originalmente publicado en inglés en el Bible Blog de American Bible Society el 17 de marzo de 2015.
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