La vida moderna está llena de tareas y responsabilidades que no podemos obviar, casi siempre el tiempo nos falta para realizar todo lo que queremos. Vivimos contra reloj, deseando que el día tenga más de veinticuatro horas para que el tiempo nos rinda en todo lo que debemos hacer. Comenzamos a abrumarnos desde que se inicia el día con el dichoso despertador, que nos interrumpe de manera abrupta el sueño reparador.
Aun siendo cristianos nos olvidamos de que Dios, nuestro gran suplidor, está a nuestro cuidado y convertimos en afán y preocupaciones el transcurrir de las veinticuatro horas del día que, con fe y buena voluntad, podrían ser diferentes si recordáramos más a menudo que Dios es un Dios de orden. ¡Necesitamos de nuestra fe!
Dios creó los cielos y la tierra en seis días y descansó el séptimo.
Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el Señor bendijo el día de reposo y lo santificó (Éxodo 20:11).
Dios no tenía ni tiene necesidad de descansar, es tal su magnificencia y poder que no se agota, mas existe en todo el universo creado un riguroso orden para que cada cosa pensada con sabiduría funcione adecuadamente en un engranaje perfecto. Y hay un día de descanso de todo el bregar.
Para muchos es muy difícil tener un tiempo libre, pero es necesario respetar las normas establecidas porque se quebrantaría nuestra salud si trabajáramos sin descanso. Dios lo hizo sin necesitarlo, nos toca a nosotros, sus hijos, llevarlo a cabo en cumplimiento del orden que el Creador estableció en el universo.
Cuando uno de los fariseos le preguntó a Jesús cuál era el mandamiento más importante, le dijo:
«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento» (Mateo 22:37-38).
Lo que, llevado al lenguaje actual, de acuerdo con el ritmo vertiginoso de nuestros días, por encima de todo y primero que todo, a pesar del escaso tiempo que tengamos para cumplir las tareas que nos corresponden, debemos dedicarle un tiempo esencial a Dios pues es él y solo él quien organiza de manera maravillosa nuestra vida y sustento. Eso es lo Moisés expresó en su oración: «Enséñanos de tal modo a contar nuestros días que traigamos al corazón sabiduría» (Salmo 90:12).
El mejor uso de nuestro tiempo libre es disfrutarlo dedicándoselo a Dios. Después de ajustar las horas del día con las actividades que nos esperan, aun disfrutando de un merecido descanso, lo debemos hacer en comunicación con Dios, recordando que el día comienza con una oración de gratitud y debe terminar de la misma manera pues solo con el favor de nuestro Padre celestial es como llevamos a cabo el logro de nuestros objetivos.
Para un Dios de orden y de paz es fundamental la tranquilidad interior que solo se establece cuando nuestra fe es inquebrantable. Por lo tanto, en el tiempo sagrado de descanso después de realizar las tareas correspondientes no debemos olvidar dedicárselo por entero a nuestro Señor porque si dedicas tu tiempo a Dios tus días serán abundantemente bendecidos y este será el mejor uso de nuestro tiempo libre.
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