En Navidad aflora la esperanza y el optimismo de reencontrarnos con la familia cercana y lejana, sentir sus abrazos, y compartir gratos momentos. Pero, aunque este año algunos puedan disfrutar ese abrazo y tiempo anhelado, otros aún estarán llorando por la muerte de uno de los suyos. Otros sufrirán la lejanía de un familiar cuya relación está muy lastimada; otros sentirán la ausencia del que no pudo unirse al reencuentro. ¿Cómo podemos celebrar el espíritu de la Navidad cuando enfrentamos estos vacíos?
Cuando un familiar o allegado desaparece de nuestra vida—por la razón que sea—enfrentamos su pérdida moviéndonos entre la negación, la culpabilidad, y finalmente la aceptación. Pero lo que no podemos evitar es sentirnos vacíos y tristes ante su ausencia.
El famoso escritor Charles Dickens dijo en una ocasión: «El recuerdo, como una vela, brilla más en Navidad». Si en este momento te encuentras juntando esos recuerdos preguntándote cómo pasarás esta Navidad sin ese ser amado que no estará y que tanto extrañas, te recomiendo…
Ante la ausencia permanente
Recuerda que la muerte es un hecho inevitable, y aunque nos resulte difícil de afrontar y superar la de un ser querido, nuestra vida no termina en el sepulcro. «Jesús le dijo entonces: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá» (Juan 11:25).
Ante la ausencia emocional
A los que están presente, pero alejados de tu vida, aprovecha la ocasión para perdonar y restaurar la relación con ellos. «Sean humildes y amables; tengan paciencia y sopórtense unos a otros con amor» (Efesios 4:2).
Ante la ausencia por la distancia
Cuenta las bendiciones que Dios te ha dado y mira quiénes sufren otra clase de soledad o necesidad. Compartir y hacer algo de valor por otra persona te traerá gran satisfacción y alegría. «Cuando alguno que se siente olvidado, abandonado, y tú le muestras estima como hermano, estás llevando la Navidad a su corazón»–Anónimo. «Hijitos míos, que nuestro amor no sea solamente de palabra, sino que se demuestre con hechos» (1 Juan 3.18).
Celebremos que Jesús vino a este mundo trayéndonos esperanza, alegría, consuelo y vida eterna. «Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lucas 2.11).
Nuestra paz y alegría no depende de una celebración, o circunstancia, o de quién esté o no a nuestro lado, sino del Espíritu Santo que, al hacerse presente en nuestra vida, nos llena de gozo y de una paz que sobrepasa todo entendimiento humano.
Te invito a leer la Palabra de Dios para que descubras el regalo más grande que Dios en su infinito amor le ha dado a la humanidad.
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