Cuando era niña, uno de mis libros favoritos era Alexander y el día terrible, horrible, espantoso, horroroso. Me reía y gemía mientras mi madre me leía cada cosa horrible que un niño llamado Alexander experimenta en un solo día.
Primero, al cereal del desayuno de Alex le falta un premio. Luego no consigue el asiento que quiere en el auto, su madre olvida empacar el postre en su bolsa de almuerzo, su dentista encuentra una cavidad, un elevador se cierra en su pie; y lo empujan a un charco de lodo.
A lo largo de ese día desgarrador, Alexander exclama repetidamente: «¡Creo que me mudaré a Australia!» Al final, su madre le asegura que todos tienen días malos, incluso los australianos. Alexander aprende una valiosa lección: está bien tener días malos.
Cuando los malos días nos ganan
Hoy, por supuesto, mis días malos son un poco más complejos que cuando tenía cuatro años. En aquel entonces, mi mayor preocupación era si podía o no jugar con mi juguete favorito en el arenero. Hoy, mis días malos están llenos de problemas de salud, rupturas y facturas inesperadas.
Lo curioso es que, a pesar de que ahora soy «toda una persona adulta», a menudo actúo como lo hizo Alexander cuando me enfrento a un día terrible, horrible, no bueno, muy malo. Me mudaré a California y pensaré que todas mis preocupaciones desaparecerán. O, si solo pudiera comprar ese vestido perfecto o esas vitaminas mágicas, todo estaría bien. Pero en algún momento del día, me doy cuenta de que mis ilusiones no solucionarán nada en absoluto.
En esos momentos —cuando parece que un mal día solo puede empeorar y anhelo escapar— le pido a Dios que me guíe. Busco la sabiduría de Dios en su Palabra. Al igual que la madre de Alexander, Dios me dice que el dolor y la angustia son parte de la vida de todos. Los malos días son una oportunidad para llevar mis preocupaciones al Señor. Cuando la vida se vuelve abrumadora, Dios interviene y me consuela.
Si necesitas el consuelo de Dios durante un día horrible, tómate un tiempo para reflexionar sobre estas verdades de su Palabra:
Los malos días les pasan a todos. No es tu culpa.
En este mundo todo tiene su hora; hay un momento para todo cuanto ocurre:
Un momento para nacer, y un momento para morir.
Un momento para plantar, y un momento para arrancar lo plantado.
Un momento para matar, y un momento para curar.
Un momento para destruir, y un momento para construir.
Un momento para llorar, y un momento para reír.
Un momento para estar de luto, y un momento para estar de
fiesta. — Eclesiastés 3:1–4
No estás solo. Dios entiende lo que sientes.
Luego fue Jesús con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, y les dijo: —Siéntense aquí, mientras yo voy allí a orar. Y se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse muy triste y angustiado. Les dijo: —Siento en mi alma una tristeza de muerte. Quédense ustedes aquí, y permanezcan despiertos conmigo. — Mateo 26:36–38
Dios está aquí para ti. Puedes contarle tus preocupaciones.
Dejen todas sus preocupaciones a Dios, porque él se interesa por ustedes. — 1 Pedro 5:7
Las cosas se pondrán mejor. Dios tiene un buen plan para tu vida.
Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. — Jeremías 29:11
Originalmente publicado en inglés en el Bible Blog de American Bible Society el 15 de agosto de 2019.
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