Recapitulación
En mi artículo anterior, Cómo transformar tu vida a través del conocimiento, compartí cómo los seres humanos tenemos una curiosidad innata por conocer lo que nos rodea, pero es muy importante priorizar el aprendizaje de lo que nos puede cambiar la vida. En ese artículo expliqué cómo para mí conocer a Dios es lo que más importa y el conocerle a él es lo que más afecta mi vida de manera positiva.
Conócete a ti mismo
El segundo tipo de conocimiento que creo que puede tener un impacto considerable en nuestras vidas es el conocernos a nosotros mismos. Saber cuál es nuestra identidad nos ayuda a descubrir nuestro destino. Nuestro propósito será más claro cuando descubramos quiénes somos en realidad.
Para comenzar, me gustaría preguntarte, de los siguientes factores ¿cuáles dirías que determinan más tu identidad? ¿Tu nacionalidad, tu historia, tus fortalezas, tus errores? Si crees que es uno de estos, te invito a reconsiderarlo, usar tu fe y aprender más de ti mismo.
La tarea de descubrir quiénes somos podría ser un tanto abrumadora, pero ¿quién mejor que nuestro creador para decirnos quiénes somos en realidad? Nuestra historia puede decirnos cómo llegamos hasta donde estamos ahora, pero en Cristo sabemos que somos nueva creación (2 Corintios 5:17) y Dios nos sigue transformando para ser más como Cristo (Efesios 4:12-14). Por lo tanto, nuestra historia no es tan relevante para definir nuestra identidad (ni nuestro destino) como lo es la Palabra de Dios. Un ejemplo muy claro es la vida de un perseguidor de la iglesia llamado Saulo (Pablo), cuya historia no terminó como muchos lo hubiesen esperado.
Basemos nuestra identidad en Dios, quien dice que los que estamos en él somos sus hijos, líderes, herederos suyos y coherederos con Cristo (Juan 1:12; Apocalipsis 1:6; Romanos 8:16-17). ¿No es eso suficiente para levantar nuestra autoestima cuando estamos volando bajo? Solo imagina por un momento que eres el hijo de la persona más poderosa y rica que conoces. ¿Suena fantástico? ¡Pues con Dios es incluso mejor! No solo es él el dueño del oro y la plata (Hageo 2:8), sino que es un padre amoroso, por los cual tenemos el privilegio de disfrutar una relación personal con él que trasciende tiempo y espacio.
Descubre tu identidad, encuentra tu propósito
Una vez que tengamos más claro quiénes somos, será más fácil apreciar nuestro propósito. Si sabemos que somos hijos amados de Dios, nuestra historia y errores vienen a ser indicadores de nuestro propósito en la tierra, en lugar de determinantes de nuestra identidad. Además de nuestra historia y errores, nuestras fortalezas, talentos y pasiones pueden ser excelentes indicadores de nuestro propósito.
No quiere decir que Dios no pueda llamar y usar a alguien que no tenga preparación. Como dice Steven Furtick: «Dios no necesariamente llama a los que están preparados, sino que prepara a los que ha llamado». Dios no tiene la necesidad de escoger a quienes tienen mucha preparación (1 Corintios 1:27). Eso fue lo que hizo Jesús con sus discípulos, los escogió y los preparó. Dios también usa las características que hemos desarrollado a través de nuestras diversas experiencias, así como usó la preparación religiosa y la internacionalidad de Pablo (Filipenses 3:5; Hechos 22:27) para extender su reino entre los judíos y alrededor del mundo.
Si Dios usó a Pablo para expandir su reino, él nos puede usar a nosotros también. Reflexionemos sobre nuestra identidad en Dios y usemos nuestra fe para creerle a él.
¿Qué nombre te gustaría que Dios te diera? Si compararas tu identidad basada en tu historia con tu identidad basada en lo que Dios dice, ¿qué diferencias encontrarías? ¿Cuál de esas dos identidades escoges? Si consideras tu historia, tu personalidad, los errores que has cometido, tus habilidades y las cosas que te motivan y emocionan ¿cómo crees que Dios va a usarlas para su gloria y para extender su reino a los que aún no le conocen?
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