“Jehová es mi pastor; nada me faltará” (Salmos 23:1).
Recuerdo que cuando niña, mi querida madre me leía en la Biblia el Salmo 23, cuando apenas yo ni siquiera tenía noción de saber lo que era la lectura.
“En lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará” (Salmos 23:2).
Entonces, en mi rica imaginación infantil veía con mucha claridad un lugar como un verde y hermoso valle donde corría un riachuelo fresco y al que me acercaba sin temor alguno:
“Aunque ande en valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmos 23:4).
En momentos difíciles de tribulación en mi vida siempre he acudido al Salmo 23 con mucha fe, para mí es uno de los más hermosos salmos que cuenta el amplio repertorio de cánticos e himnos consagrados a perpetuar la extensa y rica historia del pueblo de Israel.
Con el tiempo y en la medida en que crecía me lo aprendí de memoria; tan bello lo encuentro que es hoy por hoy uno de mis salmos preferidos y al que constantemente acudo y memorizo no solo en momentos de tribulación, de tristeza, de temor, de preocupaciones o de soledad, sino en los de mayor intimidad con mi Padre celestial, antes de dormir y hablar con Dios por medio de mis oraciones.
Nada malo me sucederá porque Dios está conmigo, constantemente su manto protector me cubre y mi alma siente sosiego:
“Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores;
Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando” (Salmos 23:5)
A pesar de que hace muchos años ya no soy aquella la niña de rica imaginación a la que su dulce madre le leía el Salmo 23, nunca he dejado de sentir la voz melodiosa de mi madre recitando verso a verso uno de los más bellos poemas de reafirmación de fe que es sin lugar a dudas, el Salmo 23.
Recuerdo que, mientras realizaba mis trámites migratorios en mi país natal, Cuba y a sabiendas de lo complicado que suele ser para cualquier emigrante salir de su país de origen para emprender la trayectoria hacia lo desconocido en búsqueda de una mejoría económico-social, yo solía repetir constantemente el Salmo 23 íntegro, con la seguridad de que mi Padre celestial, me facilitaría todo el proceso y que las cosas se darían con fluidez y rapidez, porque él escucha y responde con prontitud toda petición hecha con fe, como efectivamente fue.
Cuando repito el Salmo 23 tengo el consuelo de saber que Dios me escucha y me responde porque:
“Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
Y en la casa de Jehová moraré por largos días” (Salmos 23:6).
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