«Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor» Levítico 19:32.
En estos días me toca disfrutar de dos ancianos preciosos que honran a Dios desde que tengo memoria. Ellos son mis abuelos del corazón. Alguna vez fueron jóvenes y vigorosos. Dedicaron sus vidas a Dios. Dejaron su país natal, se llevaron consigo tres hijos pequeños y se aventuraron a conocer otro país, otra cultura, otro idioma para predicar a Jesús. ¡No puedo imaginarlos de otra manera que no sea sirviendo!
Mi abuelo, aunque hace muchos años que regresó de la misión, aún sigue predicando, trabajando activamente en la iglesia. A sus 84 años sigue visitando personas enfermas, preparando sermones y está dispuesto a ser intérprete de hispanos que llegan al hospital local, en la ciudad donde vive.
Mi abuela escribe cartas preciosas a los nietos y bisnietos, propios y del corazón. Siempre tiene una palabra de amor y aliento para cada uno de nosotros. También corre con su auto llevando y trayendo a una familia que adoptaron como parte de la gran familia que formaron. En sus días hay lugar para compartir con su hermana, mayor que ella. Ah… y también cuida sus plantas y da de comer a los pájaros que observa desde su ventana.
¿Cómo llegaron a una vida tan placentera?… bueno, la vida a veces es dura y no está llena de placeres. Pero ellos siempre miraron al Señor y dejaron que fuera y siga siendo su guía. Creo que ellos abrazaron el evangelio de tal manera que la recomendación de Pablo a Timoteo fue una constante en sus vidas: «Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza» 1 Timoteo 4:12.
Muchas veces usamos ese versículo para alentar a nuestros hijos, a los jóvenes en general, para que sigan una conducta irreprensible delante de Dios y los hombres. Sin embargo, creo más alentador recordarlo al mirar las vidas de dos jovencitos que siendo ancianos siguen sirviendo al Señor. Por supuesto que en el camino hubo luchas, a veces angustias, frustraciones y tristezas. Lo especial de este matrimonio es que siguen amando a su Señor, amándose entre ellos, amando a la familia que formaron y sirviendo según sus fuerzas todos los días. ¡No hay excusas! La manera en que servimos puede variar, pero la fuerza e intención del corazón de quien ama a Dios con todas sus fuerzas, con toda su alma y con toda su mente hace la diferencia.
Quizás le temas a la vejez… quizás ya eres una persona mayor… quizás ni se te cruce por la cabeza que llegarás a serlo. No importa cuál sea tu situación, honra hoy a un anciano y da gracias por su vida hoy.
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