Si alguna vez has salido en lo que se llama una cita, vas a recordar los nervios que tenías al tratar de iniciar una conversación con la persona con quien estabas. Hace 40 años, cuando era joven, pero muy joven, le pedí a una señorita que saliera conmigo a un banquete que mi congregación iba a tener para recaudar fondos para construir una extensión al edificio. Me imagino que estarás pensando: «¡Qué tal primera cita!» Yo sé. Pero de todas maneras fue la primera cita y el problema para mí era cómo tener y mantener una conversación interesante para que la señorita quisiera salir nuevamente conmigo. Por causa de los nervios no me acuerdo mucho de la conversación, pero después, le pedí otra cita, y otra más, hasta que acabamos de celebrar 39 años de matrimonio.

¡Pero no fue tan fácil! En el transcurso de nuestro tiempo de salir juntos, la quien hoy es mi esposa, no quería seguir saliendo. Hubo otros pretendientes. Cuánto me hubiera gustado tener un guion para saber qué decir y qué no decir. Pero no hubo tal cosa. Después de todo, era mejor no depender de ello. Ahora, puedo decir con mucha alegría que a mi esposa le gusta sentarse y hablar conmigo. Le gusta mi voz, mis pensamientos, mis ideas y a la vez aun podemos discutir y en amor llegar a una buena conclusión.

La persona más importante con quien podemos tener una relación es Dios mismo, el Dios Creador, el Dios Salvador, el Dios Consolador. A diferencia del relato que acabo de compartir, Dios no te escoge entre muchos pretendientes. Dios desea relacionarse íntimamente contigo y conmigo. Y lo increíble es que Dios nos ha dado un guion para ayudarnos a comunicarnos con él. Tal vez nunca has pensado así, pero de cierta forma, la Biblia, su Palabra, no solo es algo por la cual Dios nos habla, sino también, es algo por la cual podemos dirigirnos a Dios en toda situación y circunstancia.

Esto no quiere decir que no hay lugar para oraciones espontáneas, por supuesto que lo hay. Sin embargo, muchas veces no sabemos qué decir o expresar a Dios. Poder acudir a la Palabra de Dios y repetirla como oración, tiene mucho poder. En el momento que escribo estas palabras miles de personas han perdido todas sus posesiones terrenales por una serie de huracanes. Un versículo que vino a mi mente se encuentra en Nahúm 1:7– «El Señor es bueno; es un refugio en horas de angustia: protege a los que en él confían». Entonces en mi tiempo devocional elevé una oración a Dios usando este versículo de su Palabra. Le dije: «Señor, tú eres bueno. Tú eres un refugio para mis amigos en Tejas, Florida y las islas del Caribe en sus horas de angustia. ¡Protege a los que en ti confían!».

Vamos a ver otros ejemplos de las Escrituras que podemos usar como oraciones, es decir, orar las mismas palabras que Dios nos ha dado. Hay una fuente sobreabundante en los Salmos.

«Oh Dios, a ti mi voz elevo, porque tú me contestas; préstame atención, escucha mis palabras. Dame una clara muestra de tu amor, tú, que salvas de sus enemigos a los que buscan protección en tu poder» (Salmos 17:6–7).
«El Señor es mi pastor; nada me falta. Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno, porque tú, Señor, estás conmigo; tu vara y tu bastón me inspiran confianza» (Salmos 23:1, 4).
«No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús» (Filipenses 4:6–7)

Relee los tres pasajes arriba. ¿Cómo tú reafirmarías estos versículos en una oración a Dios? En los momentos que pasas leyendo la Biblia esta semana, busca otros versículos que puedas incorporar en tus oraciones. ¡Hay poder en el guion de oración que Dios nos ha dado en su Palabra!