Desde que Adán y Eva hicieron su aparición en este planeta, los humanos han estado bastante contentos con los alojamientos. Disfrutaban caminar en el jardín del fresco del día y desde entonces hemos visto al mundo como nuestro hogar.
Pero en el último mes nuestro mundo se ha vuelto contra nosotros. Hemos presenciado dos devastadores terremotos en México, el huracán Harvey en el sur de Tejas y Luisiana, el huracán Irma en el Caribe y Florida, el huracán José en el Caribe y ahora el huracán María que ha devastado completamente Puerto Rico y las islas circundantes, añadiendo insulto a la lesión iniciada por Irma. Nuestro «hogar dulce hogar» se ha convertido en un lugar peligroso para vivir.
¿Qué está pasando?
Algunos dirían que esto es sólo la forma natural de las cosas. Algunos culparían el calentamiento global. Otros sugerirían que son señales del fin del mundo y juntan profecías oscuras de la Biblia para construir una línea de tiempo.
Las Escrituras tienen algo que decir acerca de los trastornos y tumultos que atraviesan nuestro planeta. En su carta a los Romanos, el apóstol Pablo explica que nuestro mundo se está desmoronando.
La creación espera con gran impaciencia el momento en que se manifieste claramente que somos hijos de Dios. Porque la creación perdió su verdadera finalidad, no por su propia voluntad, sino porque Dios así lo había dispuesto; pero le quedaba siempre la esperanza de ser liberada de la esclavitud y la destrucción, para alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que hasta ahora la creación entera se queja y sufre como una mujer con dolores de parto (Romanos 8:19–22).
El mundo está atrapado en la esclavitud y la destrucción. No es difícil imaginar que los vientos huracanados, el rugido de la marea hinchable, o los temblores de la tierra en México central son las «quejas» de la creación. Este «dolor» parece ser conectado al pecado que entró a nuestro mundo allá en el Huerto de Edén. Al igual que la humanidad llegó a estar sujeto a la muerte, también el resto de la creación llegó a estar sujeto a la destrucción.
Ese no es el final de la historia.
Y no sólo ella sufre, sino también nosotros, que ya tenemos el Espíritu como anticipo de lo que vamos a recibir. Sufrimos profundamente, esperando el momento de ser adoptados como hijos de Dios, con lo cual serán liberados nuestros cuerpos (Romanos 8:23).
Los dolores de parte sí duelen, pero llevan a una nueva vida gozosa. De la misma manera, Dios tiene una nueva vida que nos espera. El mundo sigue convulsando y quejando, y nosotros nos quejamos juntos con él —luchando con nuestra propia pecaminosidad. Sin embargo, esperamos una liberación futura, la redención, la revocación de la maldición.
¿Es esto el fin del mundo?
Ha habido especulaciones de la desaparición del mundo desde que el mundo es mundo, pero cuando una serie de desastres naturales ha sido precedida por un raro eclipse total del sol, la gente comienza a cuestionar de nuevo. Jesús nos invitó a buscar las señales de su venida, pero también dijo que nadie sabe cuándo llegará el fin, ni siquiera con nuestros mejores cálculos (Mateo 24:36). Todas las conjeturas pueden distraernos del tema general de los propósitos de Dios para este mundo y para aquellos que viven en él.
Mientras tratamos con estas convulsiones de la tierra, el mar y la atmósfera, es natural que pensemos que este mundo es como un paseo de carnaval salvaje. ¡Todo está girando fuera de control y no hay manera de hacerlo detener! Y cuando toca nuestra vida personalmente, no podemos dejar de preguntarnos cómo darle sentido. Pero en Romanos 8, Pablo nos asegura que, aún en este tiempo de espera y queja, Dios está muy presente y muy comprometido con nuestra vida.
De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo ruega a Dios por nosotros, con gemidos que no pueden expresarse con palabras (Romanos 8:26).
Dios está aquí a tu lado ahora mismo mientras lloras la pérdida de tus seres queridos, o de tus posesiones, o de tu hogar o tu sustento. Dios no ignora tu sufrimiento y dolor. De hecho, el Espíritu Santo nos ayuda a procesar todo.
Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito (Romanos 8:28).
Este versículo se utiliza a menudo ligeramente, en una especie de «No te preocupes, sé feliz». Pero estas palabras no prometen un escape de los tiempos difíciles. Prometen amor y significado dentro de esas dificultades. Las cosas malas sucederán a las buenas y a las malas personas, pero sabemos que Dios está obrando en todo, cumpliendo sus propósitos y siempre amándonos.
¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, o las dificultades, o la persecución, o el hambre, o la falta de ropa, o el peligro, o la muerte violenta? (Romanos 8:35).
Eso suena igual a los problemas que pasan nuestros seres queridos en Houston, Oaxaca, Luisiana, Florida, la Cuidad de México, Puerto Rico y por toda esa región. Afortunadamente, la respuesta vuelve fuerte y clara.
¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor! (Romanos 8:39b).
Leer más posts sobre: Equilibrio
Gracias al apoyo fiel de nuestros socios financieros, American Bible Society ha ayudado a las personas a interactuar con el mensaje transformador de la Palabra de Dios por más de 200 años.
Ayúdanos a compartir la Palabra de Dios con los más necesitados
Haz Tu Donación AhoraSubscríbete
Quiero recibir consejos, materiales y recursos bíblicos.