Un viaje de tortura

Hace un par de semanas mi esposa y yo fuimos a la boda de una amiga y, aunque sería un viaje largo, decidimos viajar en autobús. Estábamos muy emocionados y no esperábamos tener un día tan intenso como el que vivimos.

Para comenzar, debido a que al principio el espejo del autobús no funcionaba, el conductor estaba constantemente preguntando a los pasajeros si era seguro cambiar de carril. Aunque el espejo fue arreglado, nos causó contratiempo mayor y casi nos cuesta llegar tarde para nuestra primera conexión.

Al arribar al lugar de la conexión, bajamos corriendo para alcanzar el siguiente autobús. Descubrimos que venía con retraso, así que esperamos por más de dos horas hasta que el autobús llegó. Ya habíamos salido con retraso pero ahora estábamos atrapados en un autobús ruidoso con gritos entre una mamá y sus hijos, música a alto volumen y con discusiones entre el conductor y varios pasajeros. Al menos pudimos llegar a nuestro próximo destino a salvo…aunque no a tiempo.

Después de perder la segunda conexión y alcanzar los últimos dos boletos para el siguiente autobús, salimos con cierta esperanza de que el resto del viaje sería cómodo y sin retrasos, aunque al paso que íbamos llegaríamos a nuestro destino muy tarde. Todo parecía marchar bien, hasta que en una parada el autobús se llenó tanto que el pasillo estaba repleto de personas de pie, todas apretadas. No estoy seguro si eso fue lo que provocó que una joven se sintiera mal e incluso comenzó a convulsionar. Todos estábamos preocupados y nos preguntábamos si iba a sobrevivir. Finalmente, el autobús se detuvo a la orilla de la carretera donde llegaron los paramédicos y tomaron control de la situación.

A este punto, no sabíamos qué más saldría mal, pero al llegar a nuestro destino no teníamos recepción de celular. Con cierta desconfianza, decidimos tomar un taxi local sin saber qué tan honrado sería el conductor. Gracias a Dios todo salió bien de ahí en adelante y estábamos felices de haber llegado a salvo. Aunque el viaje fue intenso y tomó diecinueve horas en vez de catorce, no nos arrepentimos de haber ido.

Vale la pena continuar

Debo admitir que en más de una ocasión sentimos que ya no aguantábamos más. Estábamos cansados e incómodos. Además, estábamos siempre atrasados. Incluso hubo momentos en los que pensamos en abortar la misión y simplemente volver a casa. Sin embargo, al final del viaje reflexionamos y coincidimos en que fue mejor continuar a pesar de las adversidades porque disfrutamos mucho después de haber llegado a nuestro destino.

Aliento para seguir adelante

Hay épocas en la vida en las que los problemas llegan uno tras otro y, como dice el dicho, «nos llueve sobre mojado». En esos momentos nuestra fe es puesta a prueba. Quizá esa es tu situación y, como nosotros, también te sientas que es demasiado y que quieres tirar la toalla. Eso es de esperarse, sobre todo si tu situación es más grave que simplemente un viaje que no marcha bien. Pero no te des por vencido, hay propósito y hay esperanza. Si no lo crees, medita en las siguientes Escrituras.

«...sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza» Romanos 5:3b-4.

«pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada» Santiago 1:3-4.

«De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros» Romanos 8:18.

Sí es cierto que es difícil tener fe en los momentos de adversidad, pero recuerda que Dios usa esas experiencias para ayudarnos a crecer. Además, como el salmista, podemos decir «¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!» (Salmos 42:11 NVI). Quizá tu viaje en la vida hasta ahora haya sido muy intenso, pero sigue adelante. La única forma de llegar al destino es continuar con el viaje.