Al escribir esto, acabo de tener una sesión de planeación (una manera más elegante de decir que pasé varias horas sola en el sofá viendo un millón de páginas en internet). Estuve planeando un viaje que mi esposo y yo vamos a tomar al final del verano. Planear viajes es una de mis actividades FAVORITAS porque combina dos cosas que me encantan: los viajes y la planeación (¡y si dudas de mi entusiasmo, solo mira que la palabra favoritas está en mayúsculas!). Es muy probable que yo sienta demasiada felicidad revisando mis hojas de Excel con las diferentes opciones de transporte, hospedaje y comida y aún más felicidad cuando le presento todo esto a mi esposo y espero su expresión de estar impresionado.
Es increíble cómo esperar algo emocionante en el futuro nos puede cambiar la perspectiva. Algo que no mencioné en el principio es que mi sesión de planeación sucedió debido a una sugerencia de mi esposo después de que algo no salió como yo esperaba. Después de un periodo de duelo por este sueño perdido, mi esposo me miró y me dijo «¿Por qué no te distraes un ratito y haces algo que disfrutes, como planear el viaje que vamos a hacer?» Él sabía que yo necesitaba un cambio de perspectiva. Aunque sí me dolía que mi sueño no se cumpliera, había muchos planes futuros por los cuales estar emocionada.
Mientras reflexionaba sobre mis circunstancias, el siguiente pasaje me vino a la mente. Lo busqué en la Biblia y encontré estas palabras de ánimo:
Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido. Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir».
El que estaba sentado en el trono dijo: «¡Yo hago nuevas todas las cosas!» Y añadió: «Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza».”
Apocalipsis 21:1–5
La vida en esta tierra no es fácil; hay decepción, muerte, tristeza y dolor. Sin embargo, ¡hay buenas noticias! Si nos entregamos a Cristo por completo como nuestro Salvador y Señor, hay mucho más por esperar. En Jesús podemos encontrar esperanza, vida verdadera, reconciliación con Dios y con los demás, sanación de alma y cuerpo y un gozo que sobrepasa cualquier derrota o frustración en la vida. Además, Dios nos da la esperanza de uno nuevo mundo por venir después de que termine nuestra vida actual —se llama la vida eterna que no tiene fin. El pasaje en Apocalipsis sirve como un recordatorio de que la vida en este mundo imperfecto no es todo que nos queda. A pesar de los tiempos de aflicción —y los vamos a tener porque nadie es exento— no tenemos que vivir sin Cristo. Él nos da un cambio de perspectiva.
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