Una de las cosas que más me preocupaba cuando iba a tener mi bebé era como podría enseñarle a amar a Dios. Era un poco adelantado, pues no había nacido, pero ya formaba parte de mi plan educativo para él o ella. Los hijos son bendiciones de Dios y con esa idea hay que educarlos una vez que llegan al mundo. Son fruto del amor de una pareja y son bienvenidos porque Dios diseñó sus vidas ya desde el vientre materno (Jeremías 1:5).
Desde sus primeros días de nacido mi hijo fue presentado al Señor en la iglesia en un acto muy emotivo y ofrendado a Dios con todo el amor de sus padres. Mi plan siempre estuvo consultado en oración a Dios pues solo Dios me podía guiar en la conducción de la enseñanza de su palabra. La educación cristiana a nuestros hijos es un compromiso de por vida cuando sabemos que seremos padres. La Palabra de Dios nos dice que debemos llevar por el camino correcto a aquellos que nos siguen y este debe ser un lema inviolable en la vida de todo padre cristiano (Mateo 19:14).
Los padres deben velar por rodear a sus hijos de amor y ternura sin perder la firmeza de una educación disciplinada y rigurosa teniendo como base el temor a Dios, pero entiéndase temor como sinónimo de respeto y no de miedo, que es así como se debe comprender y asimilar el temor a Dios. Ya una vez que los hijos hayan crecido los padres han de tener la responsabilidad, la obligación y hasta el derecho de seleccionar los colegios, la iglesia y las instituciones adecuadas para lograr una esmerada educación cristiana, que será la base indudable de una excelente vida de adultos.
Nuestro papel como padres no es solo proveerlos de lo más necesario para vivir sino de prodigarles todo aquello que enriquecerá sus vidas, ensenándoles a respetar, a obedecer y amar a Jesús en todo momento pues este será el secreto de que nuestros hijos logren crecer teniendo una profunda y sincera intimidad con el Señor. Y la oración constante será el paradigma.
Por eso, el sabio Salomón escribió a su hijo: «Hijo mío, atiende a mis consejos; escucha atentamente lo que digo. No pierdas de vista mis palabras; guárdalas muy dentro de tu corazón. Ellas dan vida a quienes las hallan; son la salud del cuerpo» Proverbios 4:20-22.
¿Por qué debemos inculcar la fe cristiana en los niños desde las primeras edades?
Debemos rodear al niño de una seguridad y fortaleza en Dios porque vivimos en un mundo convulso, lleno de violencia y de pecado y esto los hace más vulnerables que cualquier otro sector social para caer en situaciones nefastas que los hundan en el peor de los sufrimientos, el deterioro moral y humano. Las condiciones de nuestra vida actual nos marcan para siempre y solo la mano de Dios es la única que nos salva de caer en las debilidades de la carne.
Es fundamental aferrarnos con fe inquebrantable a la Palabra de Dios para evitar estas circunstancias y ayudarlos a que establezcan una sólida relación con Dios, una especie de amistad auténtica para que puedan crecer en un entorno seguro de amor, de verdad, de misericordia y de fe, bases indisolubles para una educación cristiana, así lograremos que sean adultos sanos de mente y de espíritu.
Leer más posts sobre: Relaciones Saludables, Familia, Padres
Gracias al apoyo fiel de nuestros socios financieros, American Bible Society ha ayudado a las personas a interactuar con el mensaje transformador de la Palabra de Dios por más de 200 años.
Ayúdanos a compartir la Palabra de Dios con los más necesitados
Haz Tu Donación AhoraSubscríbete
Quiero recibir consejos, materiales y recursos bíblicos.