En ocasiones nos vemos agobiados por situaciones determinadas y sobre todo por la economía porque muchos vivimos en países donde es fundamental tener dinero suficiente para pagar las necesidades básicas. La renta de la vivienda, la electricidad, la Internet, el seguro médico, quizá la compra de un carro, la gasolina, la comida y el calzado, son necesidades esenciales en nuestra vida actual.
Lo digo por experiencia propia. He pasado por situaciones a veces tan dramáticas que me he preguntado cómo he podido subsistir. Sin ir más lejos, el año pasado fue muy difícil para mí. Hubo momentos en que no tenía dinero alguno. Había perdido un buen trabajo por el cierre del departamento en la universidad donde laboraba y en medio de la desesperación que una situación así trae aparejada, me sentí desesperada, ¿a quién acudir? Una promesa de la Biblia me dio algo de esperanza:
«Echa sobre el SEÑOR tu carga, y Él te sustentará; Él nunca permitirá que el justo sea sacudido.» (Salmo 55:22).
Recordé una frase que en muchas ocasiones había escuchado de boca de una amiga mía: «Dios es mi gran suplidor, mi sustentador diario». Entonces en medio de mi triste circunstancia, abrí la Biblia, ese gran libro de luz y de esperanza que siempre tengo y leí el Salmo 46, uno de los más hermosos que trae la sección de los Salmos:
«Dios es nuestro amparo y fortaleza,
Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar» (Salmo 46:1-2).
En varias ocasiones había leído este salmo, pero nunca con la convicción en que mi propia desesperación me había sumido. Recuerdo que oré con mucha fe, le pedí a mi Padre celestial que en medio de mi angustia me enviase una señal que fortaleciera mi fe y mi esperanza. Como Dios responde a las oraciones de sus hijos, en breve tiempo me vi compensada, aunque en ese momento no me di cuenta de que era la respuesta de Dios. Una semana después, un empleador me citó para una entrevista de trabajo a la cual había aplicado tiempo atrás, y recordé con alegría infinita el Salmo 23:
«Jehová es mi pastor; nada me faltará.
En lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará.
Confortará mi alma;
Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre» (Salmo 23:1-3).
Cada vez que me he sentido atribulada o triste por cualquier circunstancia de mi vida, acudo a la Biblia, voy a la Palabra de Dios y allí encuentro refugio en su constante sabiduría y siento que me brinda apoyo con sus consejos, en la aplicación directa de lo que dice a diario en sus páginas llenas de amor: Dios es nuestro gran sustentador, él suple nuestras necesidades, pero, ante todo, fortalece nuestro espíritu y nos llena de fuerza y esperanza. Después de un año difícil tuve la dicha de lograr otro empleo y de esta manera equilibrar y mejorar mi situación financiera.
«Señor, tú nos has sido refugio
De generación en generación» (Salmo 90:1-2).
Todos los días doy gracias a Dios desde el amanecer hasta caer la noche, orando a mi Padre celestial y dando gracias por su infinito amor. Confiemos en Dios porque es nuestro gran sustentador y refugio en medio de nuestras dificultades cotidianas. Dios es nuestra esperanza y nuestro guía, nuestro «pronto auxilio en las tribulaciones» (Salmo 46:1b).
Y tú, ¿acudes a Dios cuando te agobian las preocupaciones?
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