Hace dos semanas tratamos la importancia de lo primero que hacemos al despertar en un nuevo día. Vimos el ejemplo de Jesús, el autor y consumador de la fe. Vimos también la importancia de comenzar el día con Dios desde el punto de vista de los Salmos. Quizá desde entonces has buscado la forma de enfocarte en el desarrollo de tu relación con Dios en los primeros minutos de tu día, sea cual sea la hora que suene el despertador. O quizá sigues frustrado con esta disciplina, a pesar de querer cambiar tus hábitos. La cama te atrapa, la almohada no suelta tu cabeza y cuando te levantas, ya tienes que apurarte para cumplir con lo que tienes programado o sigues sintiendo pereza.
Otra vez el ejemplo de Jesús
Como vimos en el artículo anterior, Jesús tenía la costumbre de levantarse muy de madrugada para pasar tiempo en oración. Los Evangelios también nos revelan que Jesús tenía la costumbre de pasar la noche en oración.
Por aquellos días, Jesús se fue a un cerro a orar, y pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a quienes llamó apóstoles — Lucas 6:12–13.
Me imagino que conmigo vas a decir: «¿Pasar toda la noche en oración? ¡No puedo hacer tal cosa! Necesito mi sueño. Tengo que trabajar mañana. Mis hijos me van a necesitar desde muy temprano, entre muchas otras justificaciones.» Todo es cierto, sin embargo, no me imagino que Jesús pasaba todas las noches en oración. Por ejemplo, después de alimentar a los cinco mil, el Evangelio de Mateo nos dice:
Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca, para que cruzaran el lago antes que él y llegaran al otro lado mientras él despedía a la gente. Cuando la hubo despedido, Jesús subió a un cerro, para orar a solas. Al llegar la noche, estaba allí él solo — Mateo 14:22–23.
Los hábitos de la noche tienen impacto en cómo nos despertamos
Lee las siguientes declaraciones y después determina si son verdaderas o falsas.
Puedo quedarme despierto hasta muy tarde viendo una película y poder levantarme temprano el día siguiente. (V) / (F)
Puedo comer muchos dulces en la noche y sentirme mejor en la mañana. (V) / (F)
Puedo tener una fuerte discusión con mi cónyuge/amigo/pariente antes de acostarme y querer pasar tiempo a solas con Dios en la mañana. (V) / (F)
Me imagino que marcaste todas las declaraciones como falsas. Cómo terminamos el día tiene un impacto directo en cómo comenzamos el día siguiente. La última que hacemos en el día se relaciona con lo primero que haces al día siguiente.
Lo último de tu día según los Salmos
Los salmistas (quienes escribieron los Salmos) no solo hablan de la mañana, sino también de la noche y lo que acostumbraban a hacer en la noche.
Tú has puesto en mi corazón más alegría
que en quienes tienen trigo y vino en abundancia.
Yo me acuesto tranquilo y me duermo en seguida,
pues tú, Señor, me haces vivir confiado. — Salmos 4:8–9
De día el Señor me envía su amor,
y de noche no cesa mi canto
ni mi oración al Dios de mi vida. — Salmos 42:9
Por las noches, ya acostado,
te recuerdo y pienso en ti;
pues tú eres quien me ayuda.
¡Soy feliz bajo tus alas!
Mi vida entera está unida a ti;
tu mano derecha no me suelta. — Salmos 63:7–9
Dedícale a Dios los últimos minutos de tu día
Pocos de nosotros tenemos la voluntad, la energía o el potencial de quedarnos despiertos toda la noche para pasar tiempo con Dios. Otra cosa es que para cada persona el día no termina a la misma hora. Si trabajas el tercer turno, tu día termina antes de acostarte, tal vez a las 8:00 de la mañana. Tú entiendes. Cualquiera que sea la hora, ocúpate preparándote para el día siguiente. Dios te hace vivir confiado. Cántale en agradecimiento. Acuéstate en paz y con la confianza de que Dios estará contigo durante tu «noche» y te está preparando para la mañana.
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