No sabía que mi corazón podría estar tan lleno.

Una mirada a la carita de mi recién nacido y supe que todas mis elecciones futuras girarían en torno a la mejor manera de cuidar y proveer lo necesario para ese pequeño. Mientras estudiaba esas pequeñas manos y pies, me sorprendió el gran privilegio y la responsabilidad de guiar a un ser humano a través de la vida.

Mi di cuenta de que esta pequeña vida —literalmente— dependía de mí. Así que dediqué horas de pensamiento y esfuerzo para cada decisión. ¿Amamanto o alimento con biberón? ¿Comienzo el entrenamiento para ir al baño a las 2 o 3? ¿Lo enviaré a la guardería o lo dejo en casa? ¿Me quedo en casa o trabajo fuera de casa?

Fue difícil tomar esas decisiones. Es por eso que mi esposo y yo nos rodeamos de familiares y amigos que nos amaban, y en cuyas ideas confiábamos.

Claro, tuvimos nuestros momentos en que incluso aquellos cercanos a nosotros no estaban de acuerdo con nuestras elecciones. Cariñosos (pero astutos) abuelos escondieron galletas y pasteles a nuestro primogénito cuando expresamente les dijimos que no lo hicieran. Los amigos que cuidaban a nuestros hijos durante el fin de semana les permitían quedarse despiertos más allá de su hora de acostarse, a pesar de que les dijimos que se despertarían malhumorados. Pero sabíamos que nuestra familia y amigos nos amaban a nosotros y a nuestros hijos.

La vergüenza de avergonzar a los padres

Lo más desalentador fue el consejo no solicitado que recibí de desconocidos y conocidos.

Recuerdo cuando un transeúnte me escuchó hablar con mi amiga sobre mi hijo de tres años. «Se niega a tomar siestas», me quejé mientras negaba con la cabeza, sin poder creerlo, «e insiste en comer solo salchichas para el desayuno, el almuerzo y la cena».

Fue entonces cuando escuché al extraño detrás de mí aclarar su garganta y decir: «Disculpe, pero ¿alguna vez ha considerado que usted es el problema?»

Doce años después, me hicieron sentir la misma culpa cuando le dije a un compañero de trabajo que estaba teniendo problemas para sacar al mismo niño de la cama para ir a la escuela.

¿Su solución? «Es sencillo. Solo dale su propio despertador.»

¿Realmente creía que no lo habíamos intentado ya?

¿Qué pasa con avergonzar a los padres, de todos modos? La maternidad y la paternidad no son una competencia. Ningún estilo de crianza individual es el ganador. Dios nos ha creado a todos como individuos únicos, y aunque ciertas prácticas de crianza pueden no ser adecuadas para nuestra familia, pueden funcionar bien para otros. Es devastador ser juzgado por algo en lo que pones tu corazón y tu alma.

Encontrar confianza

Cuando otros juzgaron nuestro estilo de crianza, mi esposo y yo recordamos que lo que más importaba era la opinión de Dios. Así que le pedimos a Dios sabiduría diariamente en oración y nos aferramos a su promesa de estar con nosotros en cada paso del camino.

Josué 1:9 dice, «Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza. No tengas miedo ni te desanimes porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas». ¡Qué aliento saber de su fidelidad hacia nosotros!, especialmente mientras estábamos en las trincheras de la crianza de los hijos.

Si estás luchando por mantenerte por encima de la refriega de los consejos no solicitados sobre la crianza de tus hijos, recuerda que criar hijos es una tarea enorme, y Dios está ahí para ti. Te animo a orar diariamente por la sabiduría, la gracia, la paciencia y la perseverancia de Dios. Y mientras lo haces, considera orar por los padres con los que entras en contacto, ya sea en persona o en las redes sociales. Aquí hay algunos versículos de aliento y perspectiva para comenzar:

Colosenses 1:11-12

Pedimos que él, con su glorioso poder, los haga fuertes; así podrán ustedes soportarlo todo con mucha fortaleza y paciencia, y con alegría darán gracias al Padre, que los ha capacitado a ustedes para recibir en la luz la parte de la herencia que él dará al pueblo santo.

Romanos 12:12

Vivan alegres por la esperanza que tienen; soporten con valor los sufrimientos; no dejen nunca de orar.

Santiago 3:17

Pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios, llevan ante todo una vida pura; y además son pacíficos, bondadosos y dóciles. Son también compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien.

Hebreos 4:16

Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios amoroso, para que él tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de necesidad.