¿Alguna vez te has sentido desilusionada con tu pareja? ¿Estabas convencida de haberte casado con el «príncipe azul» que habías idealizado en los cuentos de hadas? ¡Eso nos pasa a muchas! Cuando eso ocurre y despertamos a la realidad, nos sentimos decepcionadas, frustradas y hasta arrepentidas de haber sellado ese pacto matrimonial.
Desperté de mi sueño a la realidad pocos meses después de haber contraído matrimonio. Lloré amargamente y sentí que había tomado la peor decisión de mi vida. Me sentí así hasta que descubrí que nuestra relación no era un asunto de dejar de ser yo para convertirme en él. Era un asunto de mantener la autenticidad de cada uno y por amor buscar el bienestar del otro.
Mi esposo y yo somos totalmente diferentes. Confieso que aún hay cosas que me molestan de él, y estoy segura de que su lista es más larga que la mía. Sin embargo, hemos logrado construir una hermosa relación en nuestro matrimonio de más de 40 años. ¿Cuál ha sido la clave? Someter nuestras vidas a Dios.
- Mantener una honesta comunicación hablando de lo que nos molesta del otro y comprometiéndonos a corregir lo que sea necesario.
- Aprender a perdonar y enmendar nuestros errores.
- Respetarnos y valorarnos mutuamente.v
- Reconocer que somos diferentes y es precisamente eso lo que hace que nuestra relación sea más interesante.
- Apoyarnos en nuestras respectivas metas y trabajo.
El matrimonio no es un cuento de hadas, es mucho más que eso. Es un pacto sellado ante la presencia de Dios que involucra no solo la promesa que hacemos ante testigos y al Altísimo, sino una entrega y aceptación de lo que somos. Es decir, de nuestras virtudes y también de nuestros defectos.
A través del matrimonio comenzamos la labor más importante que podemos realizar en nuestra vida: levantar un hogar y una familia. Para eso se requiere amor, paciencia, comprensión y tolerancia. Nada de esto lo podemos hacer sin la ayuda de Dios:
- Salmo 61.3
Porque tú has sido mi refugio, y torre fuerte delante del enemigo. - 2 Tesalonicenses 3.3
Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal. - Hebreos 10.35-36
No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. - Salmo 23.6
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida…
Te invito a leer la Palabra de Dios cuando sientas que no puedes con las diferentes presiones que enfrentas en tu vida, allí encontrarás la respuesta y fortaleza que necesitas.
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