Reflexiona:
Jesús dijo: «Mis enemigos me van a traicionar, y me matarán. Pero yo, el Hijo del hombre, resucitaré al tercer día».
Piensa:
En una ocasión hice un viaje con unos amigos a una zona rural y nos alojamos en una comunidad bastante pobre. Por la mañana había un frío terrible cuando salimos a desayunar, íbamos por la calle y nos topamos con unas muchachitas que no tendrían más de 13 o 14 años vendiendo algunas comidas típicas caseras en una esquina. El caso es que nos detuvimos para comer y uno de los que iba con nosotros se volteó hacia las vendedoras y al ver que solo tenían un suéter delgado les preguntó ¿Cómo es que no tienen frío? Las niñas solo sonrieron. Al volver al hotel comentábamos sobre lo desatinado de su comentario, y le dijimos: «¿Cómo te atreves a preguntarles eso?, es obvio que tienen frío, pero seguramente no tienen nada más con que cubrirse».
¿Qué tiene que ver esto con la reflexión de hoy? Bueno muchas veces nos pasa que vamos por la vida con una total falta de empatía con el dolor ajeno, y solo cuando nosotros sufrimos queremos que los demás nos entiendan y nos consuelen.
Y también nos ocurre en la vida espiritual, cuántas veces nos hemos enojado con Dios porque nos pasan cosas que nos hacen sufrir, y le reclamamos sobre su falta de amor, pensamos que él es ajeno a nuestro sufrimiento y que no nos entiende. Pero hoy el Evangelio nos recuerda que Jesús no solo no es indiferente a nuestro dolor, sino que él mismo ha experimentado en carne propia los más grandes sufrimientos: la traición, la tortura, la soledad y el abandono, la agonía y la muerte. Pero se nos olvida, porque solo pensamos en nosotros mismos.
Hoy el Evangelio nos invita a ser más empáticos con nuestros hermanos, porque solo a través de la humildad y del ejercicio de «ponernos en los zapatos de otros», tendremos una perspectiva más clara sobre el sufrimiento en el mundo. Si logramos levantar la vista más allá de nuestro egoísmo nos daremos cuenta de que hay personas que sufren mucho más que nosotros, y que necesitan nuestra ayuda. Y siguiendo el ejemplo de Jesús, debemos buscar siempre servir a nuestros hermanos, así como él fue capaz de pensar en nosotros aun a pesar de su propio dolor.
Así que la próxima vez que sientas que las cosas no van tan bien como esperabas, en lugar de enojarte, deprimirte o hundirte en la desesperación; te invito a que levantes la mirada y veas al hermano que tienes al lado, y comprendas su dolor, y que busques la forma de ayudarlo, verás como tus problemas empiezan a verse menos complicados.
Dialoga:
Señor Jesús, tú me has amado hasta el extremo y me diste ejemplo de la entrega total aun en los momentos más difíciles. Dame la gracia de saber seguir tu ejemplo, para no ver solo mi sufrimiento sino a preocuparme por el dolor de mis hermanos, que siempre esté dispuesto a prestar mi ayuda para aliviar el dolor de otros, así como tú lo hiciste por cada uno de nosotros.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, que mi dolor no me limite para ayudar a otros»
Recalculando:
Hoy te invito que recalcules en tu propia vida la dirección que llevas, de acuerdo con este texto. Será más importante tener en claro que debes buscar a alguien que esté con alguna necesidad, y compartir con esta persona algo que sea significativo. Invitarla a comer, conseguirle medicinas, apoyar decididamente a una obra de misericordia. El mundo debe ser distinto después de tu paso, y esta distinción se hace día a día, poco a poco.
Texto del Evangelio de hoy: San Mateo 17:22-27
Mientras viajaban juntos por la región de Galilea, Jesús les dijo a sus discípulos: «Mis enemigos me van a traicionar, y me matarán. Pero yo, el Hijo del hombre, resucitaré al tercer día.»
Al oír eso, los discípulos se pusieron muy tristes.
Cuando Jesús y sus discípulos llegaron al pueblo de Cafarnaúm, los que cobraban el impuesto para el templo fueron a preguntarle a Pedro:
—¿Paga tu maestro el impuesto para el templo?
Pedro contestó:
—Sí, lo paga.
Cuando Pedro entró en la casa donde estaban todos, Jesús le habló primero y le dijo:
—Dime, Pedro, ¿a quiénes cobran los reyes impuestos y contribuciones? ¿A los ciudadanos de su reino, o a los extranjeros?
Pedro contestó:
—A los extranjeros.
Jesús dijo:
—Entonces, los ciudadanos del reino no tienen que pagar impuestos. Sin embargo, para que estos cobradores no se enojen, ve al mar y echa tu anzuelo. Ábrele la boca al primer pez que saques, y allí encontrarás una moneda. Toma ese dinero, y paga mi impuesto y el tuyo.
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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