Reflexiona:

«Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se da cuenta de que ha perdido una, ¿acaso no deja las otras noventa y nueve en la montaña y se va a buscar la oveja perdida?».

Piensa:

Uno de mis amigos me escribió una vez: «Déjenme comentarles que provengo de una familia en la que soy el segundo de tres hermanos y debo confesar que viví lo que los psicólogos denominan el “síndrome del hermano sándwich”, que se refiere a las situaciones que toca vivir al hermano del medio, cuando se ve opacado por los éxitos del hermano mayor y la necesidad de atención del hermano menor». Y de cierto modo esto lo hace un poco más independiente, ya que aprende a no esperar tanta atención externa y a saber motivarse a sí mismo.

También me dijo: «Recuerdo que hubo una época en la que sentía que mis padres no me prestaban atención a pesar de que fui un buen estudiante, y prácticamente no me metía en problemas. Tuve una breve etapa de rebeldía en la que intenté buscar atención a través de travesuras, pero hubo un momento en el que comprendí que esa “falta de atención” de mis padres, no era por falta de amor, sino porque confiaban en mí; y eso me dio la seguridad de seguir adelante sin importar si mis éxitos eran aplaudidos o no».

Hoy el Evangelio nos habla sobre «la alegría que le da al pastor encontrar a la oveja perdida» y es muy fácil, y tentador, querer identificarnos con esta oveja, esperar los reflectores y la alegría del reencuentro, pero ¿no sería mejor ser de la parte de las 99 que no se pierden? ¿No sería más saludable para nuestra alma, mantenernos junto al pastor en el corral, que andar dando tumbos por la vida y regresar todos arañados y heridos?

Por eso en la reflexión de hoy te quiero invitar a que busques identificarte con una de esas 99 ovejas, a vivir una vida más segura y fiel al lado de Jesús, en lugar de alejarnos para tratar de «llamar su atención», poniendo a prueba su amor y su preocupación por nosotros.

Te invito a pensar en el rebaño de una forma distinta, no te dejes embaucar por el mundo que nos dice que «la oveja perdida es la que más se divierte» o la que «vive de verdad», no estamos llamados a dar tumbos por el mundo. Dios nos ha preparado un camino que aunque a veces es difícil, siempre es la ruta más segura para alcanzar la felicidad; no te distraigas por el pasto que parece más verde más allá de la cerca, no te apartes de la seguridad de sus cuidados. Mantengámonos firmes y seamos parte del grupo que no necesita que se preocupen por nuestra seguridad; y mejor aún, si podemos ayudar a otros a que no se alejen ni se pierdan.

Dialoga:

Señor Jesús, cada día me invitas a emprender un viaje a tu lado, a caminar bajo la seguridad de tu guía, pero muchas veces me distraigo y pierdo el rumbo. Dame la gracia de saber dejarme encontrar por ti para volver al rebaño y también a tender la mano a otros que se pierden y se alejan de ti.

Concéntrate:

Repite varias veces durante el día: «Señor, que sepa mantenerme en la seguridad de tu amor»

Recalculando:

Para la redirección de tu vida, te invito a que en tu alrededor puedas identificar a alguna persona, que por algún motivo no está completamente convencida de mantenerse en la fe. Todos tenemos esas crisis, no se trata de juzgar, sino de animar. Puedes hacer tú mismo las veces de buen pastor, animando a esa persona que conoces. Jesús mismo puede usarte como instrumento para que lleves a otras personas a su encuentro.

Texto del Evangelio de hoy: San Mateo 18:1-5, 10, 12-14

En esa misma ocasión, los discípulos le preguntaron a Jesús:

—¿Quién es el más importante en el reino de Dios?

Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos, y les dijo:

—Les aseguro que para entrar en el reino de Dios, ustedes tienen que cambiar su manera de vivir y ser como niños. Porque en el reino de Dios, las personas más importantes son humildes como este niño. Si alguien acepta a un niño como éste, me acepta a mí.

«Recuerden: No desprecien a ninguno de estos pequeños, porque a ellos los cuidan los ángeles del cielo».

«¿Qué opinan? Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se da cuenta de que ha perdido una, ¿acaso no deja las otras noventa y nueve en la montaña y se va a buscar la oveja perdida? Y si la encuentra, de seguro se alegrará más por esa oveja que por las otras noventa y nueve que no se habían perdido. De la misma manera, el Dios y Padre de ustedes no quiere que ninguno de estos pequeños se pierda y quede separado de él para siempre».

Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual  ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.