Reflexiona:

Todos estaban admirados de sus enseñanzas, porque les hablaba con autoridad

Piensa:

El otro día veía un programa de esos de concurso de canto y durante los clips antes de las presentaciones de cada participante pasan como sus entrenadores les ayudan a mejorar su interpretación y uno de los consejos recurrentes es «tienes que creerte la letra», los ponen a analizar el mensaje de la canción y a buscar la forma de vivir la emoción que quieren causar en la audiencia. Porque no basta con tener una buena letra o una gran voz, si no son capaces de transmitir emociones, lo más seguro es que no tengan éxito.

Eso es algo que vemos en el Evangelio de hoy, Jesús se presenta ante las personas con autoridad, habla con confianza porque cree en sus palabras y sabe que lo que dice es verdad; por eso podía impactar en el corazón de las personas que le escuchaban. Además, vivía de acuerdo con su mensaje, no solo hablaba de amor y perdón, sino que sus acciones estaban llenas de amor y perdón.

Esto es algo que nosotros tenemos que aprender, todos de una u otra forma estamos llamados a anunciar la Palabra de Dios y no es necesario salir a los parques a leer la Biblia, o ir de puerta en puerta… a veces es mucho más efectivo que con nuestra forma de actuar la gente que está a nuestro alrededor se sienta inspirada y atraída porque somos una influencia positiva para mejorar nuestro entorno; sí, es bueno el discurso, pero son las acciones las que realmente convencen.

En estos días se disputan muchas discusiones sobre leyes, derechos humanos, socialistas y capitalistas… y no es sencillo tener una visión clara de lo que es correcto; pero debemos saber que más allá de las leyes, los principios o lo socialmente correcto, tenemos el deber de actuar con amor, con compasión, con valentía, pero con humildad.

Que dichosos seremos si la gente que está a nuestro alrededor dijera lo mismo que quienes escuchaban a Jesús: ¿Quién es este que habla con tanta autoridad? Y esto solo ocurrirá si nuestro discurso y nuestras acciones son congruentes con el evangelio.

¿Te has preguntado que impresión causas en las personas a tu alrededor? ¿Eres un reflejo de lo que es ser cristiano? ¿Inspiras a otros a hacer un cambio de vida y a construir un mejor mundo para todos? Si no es así ¿qué actitudes debes cambiar? ¿Estás dispuesto a dar un vuelco a tu vida para hacerla más inspiradora y positiva?

Dialoga:

Señor Jesús, hazme una fuente de inspiración para la gente que está a mi alrededor, que a través de mis acciones puedan conocerte y seguirte; pero mantenme humilde para no olvidar que no soy yo el importante sino tú y tu Palabra la que deben imperar siempre.

Concéntrate:

Repite varias veces durante el día: «Señor, ayúdame a predicar con el ejemplo»

Recalculando:

Seguro que hay una forma de redireccionar tu vida, haciendo un pequeño cambio donde tú puedas sentir que tu ejemplo es visto por otros y desde esa forma de vivir te sientes más seguro de ti mismo. Es decir, creerte lo que tienes en convicción y demostrarlo.

Texto del Evangelio de hoy: San Lucas 4:31-37

Jesús se fue al pueblo de Cafarnaúm, en la región de Galilea. Allí se puso a enseñar un día sábado. Todos estaban admirados de sus enseñanzas, porque les hablaba con autoridad.

En la sinagoga había un hombre que tenía un espíritu malo. El espíritu le gritó a Jesús:
—¡Jesús de Nazaret! ¿Qué quieres hacer con nosotros? ¿Acaso vienes a destruirnos? Yo sé quién eres tú. ¡Eres el Hijo de Dios!

Jesús reprendió al espíritu malo y le dijo:

—¡Cállate, y sal de este hombre!

Delante de todos, el espíritu malo arrojó al hombre al suelo, y salió de él sin hacerle daño.

La gente se asombró mucho, y decía: «¿Qué clase de poder tiene este hombre? Con autoridad y poder les ordena a los espíritus malos que salgan, ¡y ellos lo obedecen!»

En toda aquella región se hablaba de Jesús y de lo que él hacía.

Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual  ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.