Reflexiona:
“Lo que ustedes hicieron para ayudar a una de las personas menos importantes de este mundo, a quienes yo considero como hermanos, es como si lo hubieran hecho para mí.”
Piensa:
Hace poco estuve viendo un programa que me gustó mucho, en el que ejecutivos de grandes empresas se disfrazaban de gente común e iban a visitar las tiendas de sus cadenas, como si estuvieran pidiendo empleo, con la finalidad de escuchar a los operativos directamente sin los protocolos burocráticos y sin que se sintieran cohibidos para hablar libremente sobre lo que opinaban de sus empleos.
Al final, quienes interactuaron con el jefe disfrazado, eran convocados a las oficinas centrales en donde se revelaba su verdadera identidad y muchos recibían recompensas por su compromiso y dedicación. Pero también hubo situaciones en las que los encargados no los trataban bien, o no estaban siguiendo las normativas establecidas; y se veía la cara de terror cuando les revelaban que estuvieron hablando con uno de los dueños; algunos comentaron que de saberlo pues hubieran actuado diferente, pero la enseñanza era que no necesitas saber que quien está frente a ti puede despedirte, para tratarle bien; debes tratar bien a todos siempre.
Algo así es lo que se nos presenta en el Evangelio de hoy, todos los días se nos presentan oportunidades de hacer el bien, de actuar con caridad y generosidad; de ser humildes, respetuosos, solidarios, proactivos… pero muchas veces dejamos pasar las oportunidades si no nos parecen «importantes».
Pero, ¿te has preguntado si esa persona que pide caridad cerca de tu colegio o centro laboral, puede ser el mismo Jesús que espera que un día le extiendas la mano aunque quede en el anonimato? ¿Qué pasaría si ese amigo con problemas en sus notas o en el trabajo que se acerca a pedirte ayuda, es Jesús necesitado de tu apoyo? O cuando en casa tus padres te piden ser más colaborativo, respetuoso, cariñoso; acaso ¿no es Jesús que te pide una muestra de afecto?
Muchas veces esperamos que Dios se nos presente en medio de luces brillantes y rodeado de ángeles, para servirle; pero qué pasa si se presenta de forma sencilla, sin música de arpas y trompetas. ¿serías capaz de reconocerle?
Hoy Jesús nos recomienda que no dejemos pasar ninguna oportunidad de hacer el bien, porque ahí donde menos te lo imaginas está él y debemos ser capaces de reconocerlo y servirle en el humilde y el desvalido; en el necesitado; en el que sufre.
Dialoga:
Señor Jesús, dame la gracia de saber reconocerte siempre en todas las personas que me rodean. Que mis manos siempre estén dispuestas para ayudar a quien lo necesite, sin esperar nada a cambio, sino por el simple placer de hacer el bien, y de agradarte a ti.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, que pueda reconocerte siempre»
Recalculando:
Hoy más que nunca, ya que el Señor lo manda tan explícitamente en el Evangelio, elijamos una obra de caridad de las que se mencionan: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, recibir al que está de paso, darle abrigo al que no tiene ropa, visitar al enfermo o al que está en prisión. Cuando hayas cumplido alguna de estas obras, verás que tu vida se afirma cristianamente.
Texto del Evangelio de hoy: San Mateo 25:31-46
«Cuando yo, el Hijo del hombre, regrese, vendré como un rey poderoso, rodeado de mis ángeles, y me sentaré en mi trono. Gente de todos los países se presentará delante de mí, y apartaré a los malos de los buenos, como el pastor que aparta las cabras de las ovejas. A los buenos los pondré a mi derecha, y a los malos a mi izquierda. Entonces yo, el Rey, les diré a los buenos: “¡Mi Padre los ha bendecido! ¡Vengan, participen del reino que mi Padre preparó desde antes de la creación del mundo! Porque cuando tuve hambre, ustedes me dieron de comer; cuando tuve sed, me dieron de beber; cuando tuve que salir de mi país, ustedes me recibieron en su casa; cuando no tuve ropa, ustedes me la dieron; cuando estuve enfermo, me visitaron; cuando estuve en la cárcel, ustedes fueron a verme.”
»Y los buenos me preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer? ¿Cuándo tuviste sed y te dimos de beber? ¿Alguna vez tuviste que salir de tu país y te recibimos en nuestra casa, o te vimos sin ropa y te dimos qué ponerte? No recordamos que hayas estado enfermo, o en la cárcel, y que te hayamos visitado.”
»Yo, el Rey, les diré: “Lo que ustedes hicieron para ayudar a una de las personas menos importantes de este mundo, a quienes yo considero como hermanos, es como si lo hubieran hecho para mí.”
»Luego les diré a los malvados: “¡Aléjense de mí! Lo único que pueden esperar de Dios es castigo. Váyanse al fuego que nunca se apaga, al fuego que Dios preparó para el diablo y sus ayudantes. Porque cuando tuve hambre, ustedes no me dieron de comer; cuando tuve sed, no me dieron de beber; cuando tuve que salir de mi país, ustedes no me recibieron en sus casas; cuando no tuve ropa, ustedes tampoco me dieron qué ponerme; cuando estuve enfermo y en la cárcel, no fueron a verme.”
»Ellos me responderán: “Señor, nunca te vimos con hambre o con sed. Nunca supimos que tuviste que salir de tu país, ni te vimos sin ropa. Tampoco supimos que estuviste enfermo o en la cárcel. Por eso no te ayudamos.”
»Entonces les contestaré: “Como ustedes no ayudaron ni a una de las personas menos importantes de este mundo, yo considero que tampoco me ayudaron a mí.”
»Esta gente malvada recibirá un castigo interminable, pero los que obedecen a Dios recibirán la vida eterna.»
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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