Reflexiona:
Jesús le respondió: —Yo, el Hijo del hombre, he venido para buscar y salvar a los que viven alejados de Dios.
Piensa:
En un café vi un letrero que decía: «Si solo escuchamos a Caperucita Roja, el lobo siempre será malo», y aunque parece chistoso, me hizo reflexionar sobre el problema de las verdades a medias o del conformismo que nos produce aceptar o imitar a la mayoría, aunque sintamos en el fondo que es un error.
En el Evangelio de hoy, vemos nuevamente a Jesús acercándose a un marginado, después de haberse encontrado con el ciego al que nadie quería dejar hablar, viene al encuentro de un hombre de estatura pequeña que tenía ganas de conocerlo, pero nuevamente la multitud es un impedimento; solo que en esta ocasión Zaqueo no se pone a gritar, sino que sube a un árbol, se eleva por encima de la multitud para ver a Jesús cuando pasara por ahí.
Y vaya sorpresa que se lleva: no solo Jesús lo ve, sino que se queda en su casa. Es decir, Jesús no sigue el comportamiento de la comunidad que tenían relegado a Zaqueo por ser un cobrador de impuestos, no solo les molestaba pagar sino el hecho de que fueran impuestos para Roma, a quienes consideraban herejes porque servían al César que se proclamaba divino. Si Jesús hubiera pedido la opinión de los demás seguramente no le hubieran recomendado ir a casa de Zaqueo, pero Jesús es diferente, no se conforma con la opinión de las masas, él se guía por lo que hay en el corazón de las personas, y se acerca a todo aquel que tiene ganas de encontrarle.
Que diferente la actitud de Zaqueo, aunque tenía dificultades para acercarse, busca la forma, se esfuerza por ir al encuentro del Maestro, mientras que la multitud, que estaba rodeando a Jesús y tenían contacto con él solo se limitan a estar murmurando, criticando; no se permiten el encuentro real con la Palabra de Dios, porque sus prejuicios se lo impiden.
Este texto es una continuación de la reflexión del día de ayer y nos invita a preguntarnos ¿cuál es mi actitud para con las personas marginadas? ¿Soy capaz de ver mas allá de los prejuicios sociales para ir en su ayuda? ¿Busco construir puentes que rompan la brecha social de las personas aisladas? ¿O me uno a la multitud para mantenerlos segregados de la comunidad?
Dialoga:
Señor Jesús, permíteme la gracia de imitar a Zaqueo y que me esfuerce cada día por salir a tu encuentro. Dame un corazón humilde que sepa abrazar a todos mis hermanos por igual, sin discriminarlos por sus diferencias conmigo o con la mayoría. Que sepa reconocer en cada persona necesitada una oportunidad para imitar tu actitud de apertura y caridad.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, ayúdame a encontrarte»
Recalculando:
Para imitar a Jesús, te invito que también puedas tener su mirada. Hay alguien a tu alrededor que busca encontrarse con el Señor, pero que no se anima pues esta persona se siente indigna. Nadie de nosotros tiene «derecho», pues por nuestra condición de pecadores deberíamos estar lejos de Dios. Sin embargo, él vino a buscarnos y salvarnos. Pero necesita que tú, hoy hagas lo mismo. Encuentra a una persona que esté necesitada de Dios, que se haya alejado. No tengas miedo, lo harás en nombre del Señor y serás misionero. Verás que tu vida toma una dimensión de ser un acompañante en la aventura de anunciar a Cristo.
Texto del Evangelio de hoy: San Lucas 19:1-10
Jesús entró en Jericó. Allí vivía Zaqueo, un hombre muy rico que era jefe de los cobradores de impuestos. Zaqueo salió a la calle para conocer a Jesús, pero no podía verlo, pues era muy bajito y había mucha gente delante de él. Entonces corrió a un lugar por donde Jesús tenía que pasar y, para poder verlo, se subió a un árbol de higos.
Cuando Jesús pasó por allí, miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, bájate ahora mismo, porque quiero hospedarme en tu casa.»
Zaqueo bajó enseguida, y con mucha alegría recibió en su casa a Jesús.
Cuando la gente vio lo que había pasado, empezó a criticar a Jesús y a decir: «¿Cómo se le ocurre ir a la casa de ese hombre tan malo?»
Después de la comida, Zaqueo se levantó y le dijo a Jesús:
—Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo. Y si he robado algo, devolveré cuatro veces esa cantidad.
Jesús le respondió:
—Desde hoy, tú y tu familia son salvos, pues eres un verdadero descendiente de Abraham. Yo, el Hijo del hombre, he venido para buscar y salvar a los que viven alejados de Dios.
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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