Evangelio de hoy: San Lucas 16:1-8
Reflexiona:
Las cosas no son buenas o malas. Todo depende del uso que se les dé.
Piensa:
Muchas personas piensan que el dinero, el éxito o los bienes materiales son malos, por muchos lo mal utilizan. Pero la realidad es que todo cuanto tenemos puede ser usado para el bien o para el mal. Quizá todos en algún momento hemos caído en el error de abusar de nuestra posición para sacar algún de beneficio personal, y aunque esto es algo grave, el texto de hoy nos recuerda que lo más importante es: ¿Qué hacemos nosotros cuando nos damos cuenta de nuestro error? ¿Continúas por ese camino y culpas a otros de tu suerte? ¿O te arrepientes y haces un cambio de actitud buscando reparar el daño que has causado?
Esto es lo que nos enseña Jesús hoy. Nos dice que el amo felicitó al su sirviente; porque, aunque había cometido un error, supo recapacitar y buscó remediar lo que había hecho. Así debemos ser en la vida, no importa cuántas veces nos equivoquemos, lo importante es saber reconocer nuestros errores y corregir el rumbo.
Dialoga:
Señor Jesús, las tentaciones del mundo me atormentan cada día y tú sabes cuántas veces he sucumbido ante ellas. Por eso hoy te pido perdón por todo el daño que haya podido causar mi mala actitud y quiero reparar ese daño en la medida de lo posible. Dame el valor para ver hacia adelante y hacer un cambio de vida. Gracias Señor por tu infinita misericordia y con la ayuda de tu gracia quiero mantenerme lejos del camino del mal.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Perdónanos, como nosotros perdonamos»
Recalculando:
Muchas veces nuestros actos dejan marcas que son imposibles de borrar, pero que con la actitud correcta podemos ayudar a sanar. Hoy te invitamos a hacer un examen de conciencia en el que pienses en las personas que has podido lastimar, tu familia, tus amigos, tu comunidad. ¿Qué puedes hacer para remediar el daño? Y si ya no hay algo que puedas hacer, ¿qué cambio en tu vida harás para que no vuelva a ocurrir?
Texto del Evangelio de hoy:
Jesús también les dijo a sus discípulos:
«Había una vez un hombre muy rico, que tenía un empleado encargado de cuidar todas sus riquezas; pero llegó a saber que ese empleado malgastaba su dinero. Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es todo esto que me han dicho de ti? Preséntame un informe de todo mi dinero y posesiones, porque ya no vas a trabajar más para mí.”
»El empleado pensó: “Ahora que mi patrón me despide del trabajo, ¿qué voy a hacer? No soy fuerte para hacer zanjas, y me da vergüenza pedir limosna. ¡Ya sé lo que haré, para que algunos me reciban en sus casas cuando me despidan!”
»El empleado llamó a cada uno de los que le debían algo a su patrón, y al primero le preguntó: “¿Cuánto le debes a mi patrón?” Aquel hombre contestó: “Le debo cien barriles de aceite de oliva.” El empleado le dijo: “Aquí está tu cuenta. Rápido, siéntate y, en lugar de cien barriles, anota cincuenta.” Luego le preguntó a otro: “Y tú, ¿cuánto le debes a mi patrón?” Ese hombre respondió: “Diez mil kilos de trigo.” El empleado le dijo: “Toma tu cuenta y anota ocho mil kilos.”
»Al saber esto, el patrón felicitó al empleado deshonesto por ser tan astuto. Y es que, para atender sus propios negocios, la gente de este mundo es más astuta que los hijos de Dios.»
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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