Reflexiona:
Jesús dijo a los fariseos: «Ustedes desobedecen los mandamientos de Dios para poder seguir enseñanzas humanas».
Piensa:
¿Alguna vez has visto alguna de las series sobre juicios y abogados? Te has fijado como muchas veces los «tecnicismos legales» convierten en inocente a quien ha cometido un crimen, pero no hay nada que hacer porque «es la ley». Bueno con la vida espiritual muchas veces nos pasa lo mismo, tratamos de negociar nuestra fe, queremos a base de «legalismos» adquirir nuestra salvación, sin hacer ningún esfuerzo: «Yo no ayudo, pero tampoco le hago mal a nadie», «No voy a la Iglesia, ni me confieso, ni comulgo; pero creo en Dios». Cuantas veces nos escuchamos estas frases, y algunas veces nosotros mismos las usamos para justificar nuestra apatía espiritual.
Es cierto que existen normas de la vida cristiana, pero Jesús nos recuerda que lo importante no es cumplir la regla, sino tener un espíritu dispuesto a ser tocado por Dios. No nos vaya a suceder como al joven rico que «era muy bueno», pero no pudo seguir a Dios porque amaba más sus posesiones.
No existe la fe a medida, no caigamos en la tentación de buscar justificaciones sacando textos bíblicos de su contexto, solo para usarlos a nuestra conveniencia, tengamos un corazón generoso de entrega a Dios. No convirtamos la fe en una burocracia eclesial que se base solo en cumplir requisitos y llenar formatos. Tengamos una verdadera vida de fe, una vida de obras.
Dialoga:
Señor Jesús, te pido perdón por todas las veces que he usado tu palabra para justificar mi apatía, o para juzgar a mis hermanos. Perdóname por el dolor que haya podido causar a mis hermanos con mis palabras, juicios o actitudes. Dame un corazón misericordioso como el tuyo que esté siempre listo para ayudar sin juzgar.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, dame un corazón misericordioso»
Recalculando:
La apatía es una actitud que nos aleja de la caridad, casi sin darnos cuenta. Hoy te invitamos a pensar en esas situaciones en las que has preferido no actuar justificándote con algún acto aparentemente bueno: no visitar a los abuelos o ayudar en nuestra casa porque había una actividad de voluntariado, no dar una limosna pensando que las personas las utilizan para algo negativo, etc. ¿En verdad se justifica tu acción? ¿Está acorde a la actitud misericordiosa que Dios nos pide? ¿Qué cambio harás a partir de hoy?
Texto del Evangelio de hoy: San Marcos 7:1-13
Los judíos, y en especial los fariseos, siguen la costumbre de sus antepasados, de no comer sin antes lavarse las manos debidamente. Cuando llegan a sus casas después de haber ido al mercado, no comen nada de lo que compran allí sin antes lavarlo bien.
Cierto día, se acercaron a Jesús algunos fariseos y maestros de la Ley que habían venido de Jerusalén. Al ver que los discípulos de Jesús comían sin lavarse las manos, comenzaron a criticarlos. Y le preguntaron a Jesús:
—¿Por qué tus discípulos no siguen las costumbres que desde hace mucho han practicado nuestros antepasados? ¿Por qué comen sin haberse lavado las manos?
Jesús les respondió:
—¡Ustedes son unos hipócritas! Dios tenía razón cuando dijo por medio del profeta Isaías:
“Este pueblo dice que me obedece, pero en verdad nunca piensa en mí. De nada sirve que ustedes me alaben, pues inventan reglas y luego las enseñan diciendo que yo las ordené.”
»Ustedes desobedecen los mandamientos de Dios para poder seguir enseñanzas humanas. Han aprendido muy bien la manera de rechazar los mandamientos de Dios para seguir sus propias enseñanzas. Porque Moisés dijo: “Obedezcan y cuiden a su padre y a su madre”. Y también dijo: “El que maldiga a su padre o a su madre tendrá que morir.” Sin embargo, ustedes enseñan que un hijo no tiene la obligación de ayudar a sus padres si les dice: “No puedo ayudarlos, porque todo lo que tengo se lo he ofrecido a Dios.” De esa manera, desobedecen los mandamientos de Dios para seguir sus propias enseñanzas. Y hacen muchas otras cosas parecidas a ésta.
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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