Reflexiona:

«Todos estaban admirados de sus enseñanzas, pues cuando les hablaba, lo hacía con autoridad, y no como los maestros de la Ley.»

Piensa:

Hasta hace algunos años se solía utilizar la expresión «calidad moral» para referirse a alguien que, por sus propios méritos y una conducta recta, se había ganado un papel de autoridad ante la comunidad. Alguien en quien se podía confiar porque lo que decía era verdad y sus actos estaban alineados con lo que predicaba.

Eso es lo que nos muestra el evangelio de hoy, la gente se admiraba cuando Jesús les hablaba. Pero ¿no eran las mismas escrituras las que leía? ¿Acaso no eran los mismos mandamientos de Dios los que predicaba? Entonces ¿cuál era la diferencia entre él y los maestros de la ley? Simple: el testimonio de vida. No es lo mismo que venga una persona a hablarte sobre el amor de Dios, pero que actúa con soberbia y egoísmo; a diferencia de Jesús que hablaba de humildad, de perdón, de la ayuda al prójimo; y en su día a día se acercaba a los necesitados, curaba sus enfermedades, perdonaba sus pecados y les mostraba el rostro de un Dios misericordioso.

Muchas veces nos pasa como a los maestros de la ley, vamos por la vida hablando sobre la honestidad, la transparencia, la unidad… pero no somos capaces de poner en práctica esos valores; y entonces nuestro discurso se vuelve vacío y sin sentido; y por lo tanto no somos capaces de despertar en otros el deseo de ponerlos en práctica.

La invitación del Evangelio de hoy es a hacer una introspección para ver qué tan reales son nuestras palabras, qué porcentaje de lo que decimos lo llevamos a la práctica. Preguntémonos, ¿somos personas con calidad moral?

Dialoga:

Señor Jesús, tú conoces lo que hay en mi corazón, sabes de mis fracasos y de mis debilidades. Solo tú puedes ayudarme a hacer un cambio real en mi vida para poner en práctica todo aquello que me has enseñado. Ayúdame a vivir una vida más comprometida con el servicio y con tu palabra, para que mi ejemplo inspire a otros a seguirte y no sea un mal testimonio en tu Iglesia.

Concéntrate:

Repite varias veces durante el día: «Señor, que mis actos sean un testimonio de tu amor»

Recalculando:

¿Qué es lo que te inspira el texto de hoy? ¿Has identificado situaciones de tu vida en las que tu discurso y tus actos no concuerdan? ¿Qué harás al respecto? Plantea por lo menos una propuesta concreta que tú mismo puedas evaluar después de realizada.

Texto del Evangelio de hoy: San Marcos 1:21-28

Jesús y sus discípulos fueron al pueblo de Cafarnaúm. El sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban admirados de sus enseñanzas, pues cuando les hablaba, lo hacía con autoridad, y no como los maestros de la Ley.
En la sinagoga, había un hombre que tenía un espíritu malo. El espíritu le gritó a Jesús:
—¡Jesús de Nazaret! ¿Qué tienes contra nosotros? ¿Acaso vienes a destruirnos? Yo te conozco. ¡Tú eres el Hijo de Dios!
Jesús reprendió al espíritu malo y le dijo:
—¡Cállate! ¡Sal de este hombre!
El espíritu malo salió gritando y haciendo que el hombre se pusiera a temblar muy fuerte.
La gente se quedó muy asombrada, y se preguntaba: «¿Qué es esto? ¿Una nueva enseñanza? ¿Qué clase de poder tiene este hombre? Con autoridad y poder ordena a los espíritus malos que salgan, ¡y ellos lo obedecen!»
Y Jesús se hizo famoso en toda la región de Galilea.

Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual  ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.