Reflexiona:
«Lo que ustedes hicieron para ayudar a una de las personas menos importantes de este mundo, es como si lo hubieran hecho para mí.»
Piensa:
Vivimos en un mundo con tanta prisa, ocupados en llegar a tiempo al colegio o al trabajo, por cumplir con nuestras listas de pendientes, por llevar dinero a casa; que el hecho de detenernos para brindarle ayuda a alguien lo vemos como «tiempo perdido». No puedo cuidar a mis padres o a mis abuelos, entonces, mejor le pago a alguien para que se ocupe de ellos; ese anciano que va por la calle cargando sus bolsas avanza lento, mejor lo esquivamos y caminamos más a prisa.
Hoy Jesús nos advierte sobre esta falta de empatía por las necesidades de los demás. No es válido reducir nuestra vida espiritual a los rezos o al servicio en la iglesia, no basta con no estorbar… es necesario poner manos a la obra y procurar el bienestar de los demás. No basta con leer la biblia, debemos pararnos, salir al mundo y poner en práctica aquello que hemos leído.
La caridad no es una tarea fácil, requiere una verdadera relación con Dios. Para saber reconocerle en el hermano, es necesario amarlo profundamente para poder imitarlo en su entrega al servicio de los demás. Es necesario convertirnos en constructores de una nueva sociedad, una sociedad que no vea solo por sus intereses egoístas, sino que procure el bienestar de todos.
Hoy Jesús nos recuerda que aquello bueno o malo que hagamos a nuestro prójimo es a él a quien se lo hacemos.
Dialoga:
Señor Jesús, ayúdame a vivir una vida de servicio, amor y entrega a mis hermanos. Dame la gracia de saber reconocerte y encontrarte en el que sufre y en el necesitado. Quiero vivir una vida como un fiel hijo tuyo para que cuando me llames a tu presencia no llegue con las manos vacías.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, ayúdame a verte en mis hermanos»
Recalculando:
Hoy te proponemos practicar la caridad de palabra: proponte en un día hablar bien y reconocer el trabajo de otros. No se trata de adularles falsamente, sino saber encontrar sus cualidades y virtudes diciéndoles cuanto las valoras.
Texto del Evangelio de hoy: San Mateo 25:31-46
«Cuando yo, el Hijo del hombre, regrese, vendré como un rey poderoso, rodeado de mis ángeles, y me sentaré en mi trono. Gente de todos los países se presentará delante de mí, y apartaré a los malos de los buenos, como el pastor que aparta las cabras de las ovejas. A los buenos los pondré a mi derecha, y a los malos a mi izquierda. Entonces yo, el Rey, les diré a los buenos: “¡Mi Padre los ha bendecido! ¡Vengan, participen del reino que mi Padre preparó desde antes de la creación del mundo! Porque cuando tuve hambre, ustedes me dieron de comer; cuando tuve sed, me dieron de beber; cuando tuve que salir de mi país, ustedes me recibieron en su casa; cuando no tuve ropa, ustedes me la dieron; cuando estuve enfermo, me visitaron; cuando estuve en la cárcel, ustedes fueron a verme.”
»Y los buenos me preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer? ¿Cuándo tuviste sed y te dimos de beber? ¿Alguna vez tuviste que salir de tu país y te recibimos en nuestra casa, o te vimos sin ropa y te dimos qué ponerte? No recordamos que hayas estado enfermo, o en la cárcel, y que te hayamos visitado.”
»Yo, el Rey, les diré: “Lo que ustedes hicieron para ayudar a una de las personas menos importantes de este mundo, a quienes yo considero como hermanos, es como si lo hubieran hecho para mí.”
»Luego les diré a los malvados: “¡Aléjense de mí! Lo único que pueden esperar de Dios es castigo. Váyanse al fuego que nunca se apaga, al fuego que Dios preparó para el diablo y sus ayudantes. Porque cuando tuve hambre, ustedes no me dieron de comer; cuando tuve sed, no me dieron de beber; cuando tuve que salir de mi país, ustedes no me recibieron en sus casas; cuando no tuve ropa, ustedes tampoco me dieron qué ponerme; cuando estuve enfermo y en la cárcel, no fueron a verme.”
»Ellos me responderán: “Señor, nunca te vimos con hambre o con sed. Nunca supimos que tuviste que salir de tu país, ni te vimos sin ropa. Tampoco supimos que estuviste enfermo o en la cárcel. Por eso no te ayudamos.”
»Entonces les contestaré: “Como ustedes no ayudaron ni a una de las personas menos importantes de este mundo, yo considero que tampoco me ayudaron a mí.”
»Esta gente malvada recibirá un castigo interminable, pero los que obedecen a Dios recibirán la vida eterna.»
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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