Reflexiona:

Los hombres subieron al techo y abrieron allí un agujero, para poner al enfermo delante de Jesús.

Piensa:

Casi a diario vemos noticias en la TV o redes sociales, en las que aparecen «videos de testigos» de algún acto de injusticia y es triste notar cuánta gente está cerca y no es capaz de intervenir. Muchos graban, suben videos denunciando estos hechos, pero son muy pocos los que, en lugar de observar, actúan.

En el Evangelio de hoy tenemos a esas personas que llegaron cargando una camilla con un enfermo y hacen todo cuanto está de su parte para poder presentarlo ante Jesús.

¡Cuántas personas nos topamos a diario que están enfermas y necesitadas de Dios! Enfermas de tristeza, de rencor, de vanidad, de soledad.

¿Qué hacemos ante su necesidad? ¿Somos capaces de esforzarnos por acercarlos a Jesús? ¿Estamos dispuestos a cargarlos hasta dónde sea necesario para que tengan ese encuentro sanador?

Es momento de dejar de ser observadores pasivos ante el sufrimiento ajeno. Tomemos la camilla y ayudemos a nuestros hermanos a vivir la alegría del encuentro con el Señor.

Dialoga:

Señor Jesús, dame la gracia de estar siempre dispuesto a trabajar por hacer crecer tu reino, que no sea indiferente ante las necesidades de mis hermanos. Dame el coraje de actuar siempre ante las injusticias y que mis manos estén siempre dispuestas a ayudar a quien más lo necesita para que se encuentre con el Padre.

Concéntrate:

Repite varias veces durante el día: «Señor, hazme un instrumento de tu reino»

Recalculando:

La alegría se encuentra en el servicio. Seguramente en tu colegio, trabajo o comunidad hay gente que vive sin esperanza. Hoy te invitamos a tomar una acción concreta por ayudar a uno de ellos a recorrer el camino de encuentro con el Señor.

Texto del Evangelio de hoy: San Lucas 5:17-26

En cierta ocasión, Jesús estaba enseñando en una casa. Allí estaban sentados algunos fariseos y algunos maestros de la Ley. Habían venido de todos los pueblos de Galilea, de Judea, y de la ciudad de Jerusalén, para oír a Jesús.
Y como Jesús tenía el poder de Dios para sanar enfermos, llegaron unas personas con una camilla, en la que llevaban a un hombre que no podía caminar. Querían poner al enfermo delante de Jesús, pero no podían entrar en la casa porque en la entrada había mucha gente. Entonces subieron al techo y abrieron allí un agujero. Por ese agujero bajaron al enfermo en la camilla, hasta ponerlo en medio de la gente, delante de Jesús.
Cuando Jesús vio la gran confianza que aquellos hombres tenían en él, le dijo al enfermo: «¡Amigo, te perdono tus pecados!»
Los maestros de la Ley y los fariseos pensaron: «¿Y éste quién se cree que es? ¡Qué barbaridades dice contra Dios! ¡Sólo Dios puede perdonar pecados!»
Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando, y les preguntó: «¿Por qué piensan así? Díganme: ¿qué es más fácil? ¿Perdonar a este enfermo, o sanarlo? Pues voy a demostrarles que yo, el Hijo del hombre, tengo autoridad aquí en la tierra para perdonar pecados.»
Entonces le dijo al hombre que no podía caminar: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»
En ese mismo instante, y ante la mirada de todos, el hombre se levantó, tomó la camilla y se fue a su casa alabando a Dios.
Todos quedaron admirados y llenos de temor, y comenzaron a alabar a Dios diciendo: «¡Qué cosas tan maravillosas hemos visto hoy!»

Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual  ^® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.