Reflexiona:
«Es preferible que pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo se vaya al infierno».
Piensa:
Las personas respondemos a estímulos de diferentes tipos, pero sin duda uno de los más explotados es la estimulación sexual, y no tiene que ver solo con la intimidad, sino a la gran gama de usos que se le da en la vida cotidiana. Comerciales de todo tipo nos muestran personas atractivas con lenguaje y ropa provocadora, para fijar en nuestras mentes un producto o marca; vendedoras(es) que coquetean con los clientes para cerrar una venta, etc.
Y esto nos da como resultado un mundo donde la sexualidad sobreexplotada ha convertido la intimidad en poco más que una herramienta para conseguir algún beneficio. Y por todos lados se levantan grupos que defienden «el derecho a la libre sexualidad»; pero contrariamente se habla muy poco de la práctica de la sexualidad responsable. Y no solo por los embarazos no deseados o las enfermedades de transmisión sexual, sino por el desgaste físico y emocional que esto conlleva. La intimidad, es al fin de cuentas, una entrega entre dos personas, por lo tanto, das un poco de ti en cada ocasión, y esto, como cualquier otra práctica en exceso nos lleva al hartazgo y a perder el sentido de ese acto. Pero, sobre todo, a darnos cuenta de que nuestro fin hacia la felicidad se queda en estimulaciones pasajeras.
Hoy Jesús nos invita a cuidar nuestra intimidad, nuestros deseos e impulsos; no solo porque la explotación desmedida nos aleja de Dios, sino porque al minimizar la importancia de la vida en intimidad nos restamos importancia a nosotros mismos y nos convertimos en un objeto de satisfacción propia o para otros. Estamos acostumbrados a darle valor de «exclusividad» a la ropa, la tecnología, los autos; nos gusta pensar en obtener lo que casi nadie puede comprar, pero al mismo tiempo no nos creemos lo suficientemente especiales como para creernos dignos de ser exclusivos y valorados.
Más allá de las ideas ultraconservadoras que caen en el exceso de convertir todo en pecaminoso, es necesario aprender a revalorarnos como personas, y como hijos de Dios; que tenemos por lo tanto un gran valor, y que debe tratarse con respeto y cuidado. Y por otro lado tampoco olvidar que Jesús es quien vino a rescatarnos y acepta nuestras vidas y nuestro pasado, nuestras experiencias nos deben llevar a encontrar el amor de Dios en Jesús.
El Evangelio de hoy es una invitación para reconsiderar nuestra postura ante un mundo que nos quiere volver esclavo de nuestros deseos, en una falsa promesa de liberación. No regalemos nuestro valor y dignidad; y si hemos ido por el camino del desenfreno es buen momento de hacer un alto y reevaluar nuestra actitud para vivir una vida más plena y feliz.
Dialoga:
Señor Jesús, dame la gracia de saber vivir con una moralidad acorde a tu evangelio, que no me deje atrapar por las ofertas de satisfacción pasajera que me ofrece el mundo, sino que sepa valorarme como hijo tuyo y ser un seguidor fiel de tu palabra. Concédeme la sabiduría para saber reconocer las actitudes negativas, para sacar de mi mente y mi estilo de vida todo aquello que me aleja de ti.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, ayúdame a ser fiel a tu palabra»
Recalculando:
Hoy te invito a que en la valoración que haces de ti mismo, analices tus redes sociales y fíjate en los estilos de fotografías tuyas o selfies que subes. Debes saber que cualquier imagen provoca algo en los que la ven. Una forma muy buena de transformar el mundo es llenarlo con buenas imágenes, recuerdos bonitos y que no haya ninguna fotografía tuya que pueda causar escándalo a nadie.
Texto del Evangelio de hoy: San Mateo 5:27–32
«Moisés también dijo: “No sean infieles en su matrimonio”. Pero ahora yo les aseguro que si un hombre mira a otra mujer con el deseo de tener relaciones sexuales con ella, ya fue infiel en su corazón.
»Si lo que ves con tu ojo derecho te hace desobedecer a Dios, es mejor que te lo saques y lo tires lejos. Es preferible que pierdas una parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Si lo que haces con tu mano derecha te hace desobedecer, es mejor que te la cortes y la tires lejos. Es preferible que pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo se vaya al infierno.
»También hace mucho tiempo Moisés dijo: “Si alguno ya no quiere vivir casado con su mujer, déle un certificado de divorcio”. Pero ahora yo les digo que el hombre sólo puede divorciarse si su esposa tiene relaciones sexuales con otro hombre. Si se divorcia de su esposa por otra razón, la pone en peligro de cometer ese mismo pecado. Si esa mujer vuelve a casarse, tanto ella como su nuevo esposo serán culpables de adulterio.»
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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