Reflexiona:
Jesús dijo: «Las ovejas siguen al pastor porque reconocen su voz...»
Piensa:
Cuando nos creamos expectativas sobre algo o alguien, y nos aferramos a ellas, tratamos de forzar la realidad para que se ajuste a nuestras ideas preconcebidas y buscamos acomodar los hechos para «probar» nuestra tesis. Pero la realidad no es algo que podamos moldear para hacerla lo que queremos que sea, y eso nos enfrenta a dos posibilidades: cerrar los ojos o aceptar la realidad tal cual es, dejando de lado nuestras falsas expectativas.
Aferrarse a las expectativas y querer forzar la realidad es como tomar el volante de un auto y avanzar derecho por un camino sinuoso, solo porque esa es la ruta más corta a nuestro destino. Si no estamos dispuestos a hacer los ajustes necesarios para tomar las curvas, eventualmente terminaremos por salirnos del camino.
Esto es lo que vemos en el Evangelio de hoy. Los judíos ya tenían una «idea muy clara» de cómo sería el mesías, el poder que debería demostrar, la posición, el tipo de discursos que daría. Esperaban un hombre que iniciara una gran revuelta que los liberara del dominio romano. Pero llega Jesús y es todo lo contrario: de origen humilde, hablando de perdón, de amar al enemigo; y eso no cabía en sus expectativas.
Hoy en día muchos de nosotros seguimos teniendo esa misma actitud, buscamos a Dios o la religión, pero no para aceptarlo como es, sino para hacerlo encajar en nuestros caprichos. Queremos un Salvador a nuestra medida, que comparta nuestras debilidades y se acomode a nuestras exigencias.
Hoy Jesús nos interpela, y nos recuerda que para aceptar a Dios en nuestras vidas es despojarnos de nuestras expectativas y aceptar su mensaje sin edición, sin interpretarlo a nuestro gusto. ¿Estás listo para dejar que sea Dios quien tome el volante de tu vida? ¿Aceptas seguir el camino por el que te quiere llevar, confiando que es lo mejor para ti?
Dialoga:
Señor Jesús, muchas veces mi terquedad por querer convertirte en un Dios a mi medida me ha hecho alejarme de tu voluntad. Te pido que me ayudes a perder el miedo de no controlar la realidad. Permíteme abrir mi corazón para aceptarte en mi vida y así ser partícipe de la felicidad y la salvación que me ofreces.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, ayúdame a creer con el corazón»
Recalculando:
Hoy busca hacer alguna obra exterior que te demuestre a ti mismo que eres seguidor del Señor. Puede ser una obra de misericordia con un necesitado. Esto marca la diferencia entre un verdadero seguidor de Jesús con alguien que sólo lo conoce, pero no lo sigue.
Texto del Evangelio de hoy: San Juan 10:22-30
Era invierno, y Jesús había ido a Jerusalén para participar en la fiesta del Templo. Mientras andaba por los patios del templo, cerca del Portón de Salomón, la gente lo rodeó y le preguntó:
—¿Hasta cuándo nos tendrás con esta duda? Dinos ahora mismo si eres el Mesías.
Jesús les respondió:
—Ya les dije quién soy, pero ustedes no me han creído. Yo hago todo con la autoridad y el poder de mi Padre, y eso demuestra quién soy yo. Pero ustedes no me creen, porque no me siguen ni me obedecen. Mis seguidores me conocen, y yo también los conozco a ellos. Son como las ovejas, que reconocen la voz de su pastor, y él las conoce a ellas. Mis seguidores me obedecen, y yo les doy vida eterna; nadie me los quitará. Dios mi Padre me los ha dado; él es más poderoso que todos, y nadie puede quitárselos. Mi Padre y yo somos uno solo.
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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