Reflexiona:

«Yo no merezco que entre usted en mi casa. Basta con que lo ordene desde aquí.»

Piensa:

Cuando escuchamos la palabra «fe» casi siempre viene a nuestra mente lo religioso, pero la verdad es que todos los días nos enfrentamos a situaciones que requieren tener confianza en alguien o en algo. Pero ¿qué tan fuerte es esa confianza?

Cuando subimos a un avión nos sentimos seguros de que despegará, porque confiamos en la ingeniería detrás de su funcionamiento. Del mismo modo la fe no es un acto espontáneo y «ciego», sino el resultado del conocimiento de Jesús y de cuanto nos ha amado desde siempre.

Procuremos entonces todos los días conocerlo y poner en práctica su palabra, porque solo así nuestra fe será tan fuerte como la de ese centurión. Él estaba seguro que con solo una palabra de Jesús la enfermedad de su siervo estaría sanada.

Dialoga:

Señor Jesús, hoy quiero poner en tus manos todas mis preocupaciones, que en tu inmensa sabiduría y bondad me permitas la gracia de resolver mis problemas y salir victorioso ante cada prueba. También te pido perdón por todas las veces que no he sabido confiar. Dame la gracia de conocerte cada día más, para amarte cada día más y confiar cada día más.

Concéntrate:

Repite varias veces durante el día: «Señor, mi fe está puesta en ti»

Recalculando:

La fe es como una pared de ladrillo que se va construyendo poco a poco y puede llegar a soportar una gran carga. ¿Cuáles son las situaciones en tu vida que ahora mismo te exigen tener fe en Dios? ¿Estás dispuesto a poner uno a uno los ladrillos en ese muro para hacerlo fuerte? Comienza hoy a confiar más en la sabiduría de Dios y a dejarlo actuar en tu vida.

Texto del Evangelio de hoy: San Mateo 8:5-12

En cierta ocasión, Jesús fue al pueblo de Cafarnaúm. Allí, se le acercó un capitán del ejército romano y le dijo:
—Señor Jesús, mi sirviente está enfermo en casa. Tiene fuertes dolores y no puede moverse.
Entonces Jesús le dijo:
—Iré a sanarlo.
Pero el capitán respondió:
—Señor Jesús, yo no merezco que entre usted en mi casa. Basta con que ordene desde aquí que mi sirviente se sane y él quedará sano. Porque yo sé lo que es dar órdenes y lo que es obedecer. Si yo le ordeno a uno de mis soldados que vaya a algún sitio, ese soldado va. Si a otro le ordeno que venga, él viene; y si mando a mi sirviente que haga algo, lo hace.
Jesús se quedó admirado al escuchar la respuesta del capitán. Entonces le dijo a la gente que lo seguía:
—¡Les aseguro que, en todo Israel, nunca había conocido a alguien que confiara tanto en mí como este extranjero! Oigan bien esto: De todas partes del mundo vendrá gente que confía en Dios como confía este hombre. Esa gente participará en la gran cena que Dios dará en su reino. Se sentará a la mesa con sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Pero los que habían sido invitados primero a participar en el reino de Dios, serán echados fuera, a la oscuridad. Allí llorarán de dolor y les rechinarán de terror los dientes.

Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual  ^® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.