Reflexiona:
«Jesús vio la gran confianza que aquellos hombres tenían en él.»
Piensa:
El amor es una cosa que no se ve —incluso científicamente no hay una forma de medirlo o conceptualizarlo— pero se manifiesta y entonces se nota. Hay cambios fisiológicos cuando una persona está en presencia del ser amado, también hay un cambio de actitud.
Con la fe, sucede algo muy similar. Quizá no podemos verla o medirla, pero sin duda alguna se nota. Cuando estamos ante una demostración de fe es fácil identificarla y provoca reacciones en todo aquellos que son testigos.
Así es lo que sucede en el Evangelio de hoy. Vemos a cuatro hombres que, quizá ya conocían a Jesús, podría ser que ellos mismos habían recibido la sanación; y en su inmensa confianza llevan a uno que, por su propia cuenta nunca habría podido acercarse a Jesús. Y no se limitan a llevarlo, no se rindieron cuando vieron que sería difícil, dada la gran cantidad de gente que estaba aglomerada, idearon un plan y buscaron todos los medios para llevar a cabo su propósito.
¿Qué tanto nosotros somos capaces de esforzarnos por los demás? ¿En verdad ponemos todo de nuestra parte para ayudar a otros o ante la primera dificultad les abandonamos a su suerte? ¿Será posible que Dios obre milagros a otros por nuestra fe?
Dialoga:
Señor Jesús, hoy ya no tengo que escalar techos ni romper tejados para acercarme a ti, sin embargo, muchas veces la pereza no me permite hacer el esfuerzo por mantenerme cerca, ni ayudar a otros a llegar hasta ti. Dame la voluntad suficiente para no perder el entusiasmo de seguirte. Haz que mi corazón siempre este ansioso de ir a tu encuentro de la mano de mis hermanos.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, ayúdame a llevar a otros hacia ti»
Recalculando:
Imagina que estás ante esa gran multitud, tantas distracciones y obstáculos que te impiden escuchar y estar cerca de Dios ¿Qué cambios harás para superarlo todo y poder llegar a su presencia? ¿Quiénes son esas personas a tu alrededor que necesitan que alguien los lleve a la presencia de Jesús para ser sanados? ¿Qué harás al respecto?
Texto del Evangelio de hoy: San Marcos 2:1-12
Después de varios días, Jesús regresó al pueblo de Cafarnaúm. Apenas se supo que Jesús estaba en casa, mucha gente fue a verlo. Era tanta la gente que ya no cabía nadie más frente a la entrada. Entonces Jesús comenzó a anunciarles las buenas noticias.
De pronto, llegaron a la casa cuatro personas. Llevaban en una camilla a un hombre que nunca había podido caminar. Como había tanta gente, subieron al techo y abrieron un agujero. Por allí bajaron al enfermo en la camilla donde estaba acostado.
Cuando Jesús vio la gran confianza que aquellos hombres tenían en él, le dijo al paralítico: «Amigo, te perdono tus pecados.»
Al oír lo que Jesús le dijo al paralítico, unos maestros de la Ley que allí estaban pensaron: «¿Cómo se atreve éste a hablar así? ¡Lo que dice es una ofensa contra Dios! Sólo Dios puede perdonar pecados.»
Pero Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando, y les dijo: «¿Por qué piensan así? Díganme, ¿qué es más fácil? ¿Perdonar a este enfermo, o sanarlo? Pues voy a demostrarles que yo, el Hijo del hombre, tengo autoridad aquí en la tierra para perdonar pecados.»
Entonces le dijo al que no podía caminar: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»
En ese mismo instante, y ante la mirada de todos, aquel hombre se levantó, tomó la camilla y salió de allí. Al verlo, todos se quedaron admirados y comenzaron a alabar a Dios diciendo: «¡Nunca habíamos visto nada como esto!»
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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