Reflexiona:
Juan dijo: «Yo soy el que grita en el desierto: Prepárenle el camino al Señor».
Piensa:
Encontrar nuestra identidad no es un proceso sencillo, incluso hay muchas personas que pasan una gran parte de su vida perdidas sin poder encontrar una respuesta.
Quien sabe quién es, sabe a qué ha venido al mundo, qué tiene que hacer y cuál es su objetivo en la vida. Por eso es tan importante averiguarlo, para ello debemos hacer un profundo ejercicio de reflexión y respondernos tres preguntas: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? y ¿a dónde voy?
Hoy Juan el Bautista nos da un ejemplo de cómo: al identificar nuestro pasado y origen; conociendo nuestra misión y nuestro destino, encontramos nuestra identidad, para poder cumplir con nuestro propósito en la vida. Y esta identidad no se da solo por lo que Juan pensaba de sí mismo, sino de su estrecha relación con Dios, quien le dio un propósito desde antes de nacer.
Nadie está en este mundo por casualidad, todos tenemos un propósito, y hay cosas que, si nosotros no hacemos, nadie más las hará. Por eso es importante no menospreciar nuestro valor en la historia y trabajar cada día para encontrar nuestro destino.
Dialoga:
Señor mío, tú eres el dueño del tiempo y de la historia, hoy te pido que me ayudes a descubrir mi lugar en el mundo, para que cumpla con el plan que tienes preparado para mí. Dame la sabiduría para saber escucharte y así encontrar mi camino. Pongo en tus manos mi vida y mis planes, para que me transformes en un instrumento de tu reino.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, muéstrame quien soy»
Recalculando:
Hoy te invitamos a, si aún no lo has hecho, iniciar tu camino de autodescubrimiento. Dedica un momento al día para meditar sobre tu futuro no desde lo que tú, tu familia o la sociedad te han impuesto, sino desde la visión de Dios. ¿Qué es lo que él te llama a ser? ¿Qué responderás cuando te pregunten: ¿quién eres?
Texto del Evangelio de hoy: San Juan 1:19-28
Los jefes de los judíos que vivían en Jerusalén enviaron a algunos sacerdotes, y a otros ayudantes del templo, para que le preguntaran a Juan quién era él. Juan les respondió claramente:
—Yo no soy el Mesías.
Y ellos volvieron a preguntarle:
—¿Eres Elías?
Juan les respondió:
—No; no soy Elías.
Pero los sacerdotes y sus acompañantes insistieron:
—¿Eres tú el profeta que Dios iba a enviar?
—No —dijo Juan.
Finalmente, le dijeron:
—Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron. Dinos, ¿quién eres tú?
Juan les hizo recordar:
—Yo soy el que grita en el desierto: “Prepárenle el camino al Señor”.
Entonces los mensajeros de los fariseos le dijeron a Juan:
—Si tú no eres el Mesías, ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas?
Juan contestó:
—Yo bautizo con agua. Pero hay entre ustedes uno a quien todavía no conocen. Aunque yo he llegado antes, él es más importante que yo, y ni siquiera merezco ser su esclavo.
Todo esto pasó en el pueblo de Betania, al otro lado del río Jordán, donde Juan bautizaba.
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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