Reflexiona:
Jesús dijo a Tomás: «¿Creíste porque me viste? ¡Felices los que confían en mí sin haberme visto!».
Piensa:
Vivimos en la era de la información y las comunicaciones. A cada minuto miles y miles de datos son consultados en los medios digitales. Nos sentimos informados y conectados, seguros de nuestras convicciones, pero a la vez desconfiados de todo aquello que no cuenta con un «sustento en hechos».
Es alarmante como crece el número de jóvenes incrédulos, agnósticos que se escudan detrás de las teorías científicas para vivir una vida sin esperanza y por lo tanto ocupados en matar la esperanza y la fe de otros.
La incredulidad es un arma de doble filo, por un lado, nos hace sentir seguros, completos, racionales; pero al mismo tiempo nos llena de un vacío emocional que nos va consumiendo por dentro, que es el resultado de vivir sin esperanza en un futuro mejor, porque todos los hechos apuntan a que las cosas solo van de mal en peor.
Y es precisamente en este punto en el que entra el mensaje central del Evangelio de hoy. Los discípulos están alegres porque han visto a su maestro resucitado, pero Tomás no les cree; antepone su lógica humana a que es algo imposible, y por lo tanto el sigue sumido en el duelo y la tristeza, hasta que experimenta el encuentro personal con Jesús.
Muchas veces al escuchar este texto nos quedamos solo pensando en la incredulidad de Tomás, pero lo realmente importante está al final. Después de ver a Jesús su corazón da un giro, se llena de alegría, deja atrás sus dudas y reconoce a Jesús como su Dios y Salvador. Esa es la misma experiencia para todos los que se arriesgan a abrir su corazón y aceptan el mensaje de la resurrección de Jesús. No podemos seguir sumidos en el desconsuelo y la tristeza, porque Jesús trae la paz a nuestros corazones.
El Evangelio de hoy es una promesa para todos los que sean capaces creer, creer de verdad. Con un alma dispuesta a exclamar «¡Señor mío y Dios mío!».
Para creer no se necesitan pruebas, se necesita fe. ¿Estás listo para abrir tu mente a las verdades más allá de las teorías científicas? ¿Puedes creer realmente que Jesús vivió, murió y resucitó por ti y por mi? ¿Cómo expresarás tu fe?
Dialoga:
Señor Jesús, desde siempre me has aceptado con mis limitaciones y mis altibajos; nunca me abandonas, aunque muchas veces yo me aleje de ti. Hoy quiero pedirte que toques mi corazón para que la gracia de tu amor inunde mi alma y pueda experimentar la paz que viene de ti.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, tú eres mi Dios y mi Salvador»
Recalculando:
Como redireccionando tu vida hacia el Señor te invito a que busques a alguna persona cercana, puede ser de tu ambiente de trabajo o de estudio y le preguntes cuáles son sus dudas sobre Dios y sobre Jesús y ayuda a esta persona a clarificar sus dudas, basándote siempre en el Evangelio.
Texto del Evangelio de hoy: San Juan 20:24-29
Tomás, uno de los doce discípulos, al que le decían el Gemelo, no estaba con los otros cuando Jesús se les apareció. Cuando Tomás llegó, los otros discípulos le dijeron:
—¡Hemos visto al Señor!
Pero él les contestó:
—No creeré nada de lo que me dicen, hasta que vea las marcas de los clavos en sus manos y meta mi dedo en ellas, y ponga mi mano en la herida de su costado.
Ocho días después, los discípulos estaban reunidos otra vez en la casa. Tomás estaba con ellos. Las puertas de la casa estaban bien cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos, y los saludó diciendo: «¡Que Dios los bendiga y les dé paz!»
Luego le dijo a Tomás:
—Mira mis manos y mi costado, y mete tus dedos en las heridas. Y en vez de dudar, debes creer.
Tomás contestó:
—¡Tú eres mi dueño y mi Dios!
Jesús le dijo:
—¿Creíste porque me viste? ¡Felices los que confían en mí sin haberme visto!
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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