Reflexiona:
Jesús, tomó de la mano a la niña muerta y le dijo: «Niña, levántate».
Piensa:
Nosotros hacemos planes para las actividades que nos gustan. Y muchas veces para las mejores actividades planeamos con mucho tiempo y cuando se van realizando las cosas que hemos soñado y planificado nos sentimos muy contentos y también realizados. Pero…y cuando las cosas o situaciones son adversas… ¿Qué nos pasa? Estoy seguro que en más de una ocasión te has sentido que todo tu mundo se viene abajo. Que ya no hay salida, que lo que soñaste que pudo ser ya no se dará. En algunas ocasiones decimos «Todo está perdido», y nos rendimos, nos caemos.
En el Evangelio de hoy descubrimos que este hombre que fue a buscar a Jesús para que le ayudara con su hija enferma, superó todos los obstáculos que tenía. En primer lugar, su apego a la religión, ya que él era jefe de la sinagoga y los judíos ya no encontraban en el Señor un aliado de su fe, sino alguien que iba más allá de las costumbres. También saber que normalmente esas enfermedades terminaban con la vida, y finalmente superar el obstáculo de sus amigos que le anuncian que ya su hija había muerto. ¿Cómo te sentirías tú?
Es un buen momento para darse cuenta que quien estaba más caído era el padre que la misma niña, porque a él se le habían derrumbado sus sueños de ver crecer a su hija. Jairo ahora estaba caído, todo había terminado. En su mente seguramente se veía un futuro oscuro y sin esperanza. Pero Jesús le dijo a Jairo: «No tengas miedo, solamente confía».
Esas son las mismas palabras que hoy vuelve a repetirte a ti. Especialmente cuando pases por los momentos más difíciles. Deja actuar a Jesús, no tengas miedo, confía en él.
Dialoga:
Señor Jesús, por más que yo quiera aparentar que soy valiente, me presento ante ti con mis miedos e inseguridades. Sólo tú sabes que no soy ese que está en los muros de las redes sociales en que toda la vida me sonríe. Tengo que decir que en muchos aspectos estoy caído, siento que mi plan está perdido. Quiero escuchar tu voz, Señor, «Levántate, no tengas miedo, solo confía». Quiero Señor en silencio confiar en ti. Ayúdame a creer.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «No tengas miedo, solamente confía»
Recalculando:
Seguro que hay algún plan que tú tienes que no está funcionando bien. Algo que te frustra. Te invitamos a que le ofrezcas al Señor este proyecto y como seguridad que estás confiando en Dios. Fíjate entre tus amigos quién de ellos tiene un proyecto que no le está funcionando bien y ayúdalo en nombre del Señor. Luego, deja que el Señor te ayude como mejor le parezca. Pero tú no dejes de realizar la ayuda a tu amigo en nombre de Dios.
Texto del Evangelio de hoy: San Marcos 5:21-43
Jesús llegó en la barca al otro lado del lago, y se quedó en la orilla porque mucha gente se juntó a su alrededor.
En ese momento llegó un hombre llamado Jairo, que era uno de los jefes de la sinagoga. Cuando Jairo vio a Jesús, se inclinó hasta el suelo y le rogó:
—Mi hijita está a punto de morir. ¡Por favor, venga usted a mi casa y ponga sus manos sobre ella, para que se sane y pueda vivir!
Jesús se fue con Jairo. Mucha gente se juntó alrededor de Jesús y lo acompañó. Entre la gente, iba una mujer que había estado enferma durante doce años. Perdía mucha sangre, y había gastado en médicos todo el dinero que tenía, pero ellos no habían podido sanarla. Al contrario, le habían hecho sufrir mucho, y cada día se ponía más enferma.
La mujer había oído hablar de Jesús, y pensaba: «Si tan sólo pudiera tocar su ropa, quedaría sana.» Por eso, cuando la mujer vio a Jesús, se abrió paso entre la gente, se le acercó por detrás y le tocó la ropa. Inmediatamente la mujer dejó de sangrar, y supo que ya estaba sana.
Jesús se dio cuenta de que había salido poder de él. Entonces miró a la gente y preguntó:
—¿Quién me tocó la ropa?
Sus discípulos le respondieron:
—¡Mira cómo se amontona la gente sobre ti! ¿Y todavía preguntas quién te tocó la ropa?
Pero Jesús miraba y miraba a la gente para descubrir quién lo había tocado. La mujer, sabiendo lo que le había pasado, fue y se arrodilló delante de él, y temblando de miedo le dijo toda la verdad.
Jesús le dijo:
—Hija, has sido sanada porque confiaste en Dios. Vete tranquila.
Jesús no había terminado de hablar cuando llegaron unas personas desde la casa de Jairo, y le dijeron:
—¡Su hija ha muerto! ¿Para qué molestar más al Maestro?
Jesús no hizo caso de lo que ellos dijeron, sino que le dijo a Jairo:
—No tengas miedo, solamente confía.
Y sólo permitió que lo acompañaran Pedro y los dos hermanos Santiago y Juan. Cuando llegaron a la casa de Jairo, vieron que la gente lloraba y gritaba y hacía mucho alboroto. Entonces Jesús entró en la casa y les dijo:
—¿Por qué lloran y hacen tanto escándalo? La niña no está muerta, sólo está dormida.
La gente se burló de Jesús. Entonces él hizo que todos salieran de allí. Luego entró en el cuarto donde estaba la niña, junto con el padre y la madre de ella y tres de sus discípulos. Tomó de la mano a la niña y le dijo en idioma arameo:
—¡Talitá, cum!
Eso quiere decir: «Niña, levántate.» La niña, que tenía doce años, se levantó en ese mismo instante y comenzó a caminar. Cuando la gente la vio, se quedó muy asombrada.
Pero Jesús ordenó que no le contaran a nadie lo que había pasado, y después mandó que le dieran de comer a la niña.
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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