Reflexiona:
Todos los que tocaban a Jesús quedaban sanos.
Piensa:
Imagínate la escena: Jesús caminando por un sendero y de pronto la gente lo reconoce, y comienza a seguirlo, se arremolinan en torno a él, lo quieren tocar, quieren verlo, quieren que los ayude en sus dolencias... es como un «rockstar». Todos quieren estar junto a él; que bonito ¿verdad?, Pero, que cansado también, que difícil ha de ser llevar una vida en la que no tienes descanso, pero él nunca reparó en su fatiga, siempre estuvo dispuesto a ayudar —y hoy lo sigue estando.
Quizá nosotros no podamos obrar los milagros como él, pero claro que podemos hacer una diferencia en la vida de la gente que está a nuestro alrededor, hablar con nuestro hermano que tiene algún problema, con ese primo que anda lejos de casa; con el amigo que anda mal en el colegio; con ese vecino nuevo que no conoce a nadie en el vecindario.
Una palabra de aliento, un momento de compañía, son más que suficientes para obrar un milagro en sus vidas, para hacerles sentir acompañados y ayudarles, de algún modo, a enfrentar sus problemas.
¿Y el cansancio? Déjalo para después, nunca te canses de ayudar, aunque no recibas el agradecimiento por tu ayuda. Recuerda que tu recompensa será grande.
Dialoga:
Señor Jesús, dame un espíritu fuerte que esté siempre puesto a ayudar, que nunca se canse de darse a los demás y que a ejemplo tuyo sepa siempre consolar y ayudar a quien lo necesite.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, ayúdame a ayudar»
Recalculando:
Una vida de servicio no se da de un día a otro, pero con pequeños gestos diarios podemos ir fortaleciendo nuestra actitud generosa. Proponte el día de hoy ayudar a alguien, seguro conoces a alguien que necesite algún tipo de ayuda emocional o económica, ¿Qué puedes hacer por esa persona? Hazte una propuesta concreta y repite el ejercicio cada vez que tengas oportunidad.
Texto del Evangelio de hoy: San Marcos 6:53-56
Después de cruzar el lago, llegaron al pueblo de Genesaret y ataron la barca en la orilla. Tan pronto salieron, la gente reconoció a Jesús y corrió por toda aquella región para llevarle enfermos. Cuando oían que Jesús estaba en un lugar, ponían a los enfermos en camillas y los llevaban ante él. A dondequiera que iba Jesús, ya fuera por aldeas, pueblos o campos, la gente ponía a los enfermos en las calles. Y cuando él pasaba, le rogaban que dejara que los enfermos tocaran, por lo menos, el borde de su ropa. Y todos los que lo tocaban quedaban sanos.
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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