Reflexiona:
«Señor, yo sé que tú puedes sanarme. ¿Quieres hacerlo?»
Piensa:
Seguramente has escuchado la frase: «se ha perdido la educación». Una vez más nos damos cuenta de que la vanidad y el egoísmo en el que vivimos nos han hecho pensar que «nos merecemos todo». Y en cierto modo es verdad, no debemos sentirnos limitados en nuestros sueños y aspiraciones. Pero hemos llegado al extremo no solo de querer todo sino de exigir todo. Todo el amor, todo el dinero, todas las comodidades…pero sin esforzarnos.
Basta con estar cinco minutos en algún establecimiento de comida o un café y notar como la gente pide las cosas—a veces nosotros mismos: «deme un café», «sírveme un sándwich», «quiero el especial del día»… muy pocas veces esas frases van acompañadas de un: «Buenos días», «¿Serías tan amable de…?», «por favor», «gracias». Pensamos que el empleado de un establecimiento está obligado a hacer las cosas, por lo tanto, no lo pedimos, lo exigimos.
Y esta actitud se traslada a todos los ámbitos de nuestra vida. ¿Cuántas veces no pensamos en Dios como un mago o un esclavo que debe estar listo para respondernos y solucionar aquello que le estamos pidiendo? «Sáname, ayúdame, sácame de este problema…» Y si no recibimos una respuesta en cinco minutos nos enojamos, incluso llegamos a injuriarle porque no nos cumplió lo que le hemos pedido.
El hombre del texto de hoy nos muestra una actitud totalmente distinta. Reconoce el poder y la grandeza de Jesús, pero no le exige la sanación, sino que humildemente se postra ante él y le pregunta si quiere sanarlo, como un favor, como una gracia especial.
Cuánto tenemos que aprender de este hombre, aprender a confiar en Dios, dejarlo actuar, poner en sus manos nuestras dolencias y pedirle humildemente que actúe sobre ellas, y si es para nuestro bien, que nos conceda aquello que le solicitamos.
Dialoga:
Señor Jesús, humildemente hoy me postro ante ti y te pido con sencillez que vengas a mi vida. Dejo en mis manos mis problemas y preocupaciones, y me abandono a tu bondad. Transfórmame Señor en un instrumento de tu gracia, límpiame como a aquel leproso para que sea un testimonio vivo de tu amor.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, si tú quieres puedes sanarme»
Recalculando:
Solamente seremos capaces de actuar con humildad cuando aprendemos a reconocer a Dios en los demás. Hoy te invitamos a vigilar tus actitudes con todos los servidores con quienes tengas contacto: di «por favor» y «gracias».
Como segundo nivel haz un ejercicio de oración y pon en sus manos tus problemas, y deja que él actúe en tu vida de acuerdo a su bondad. Pídelo con humildad y confía en su bondad.
Texto del Evangelio de hoy: San Marcos 1:40-45
Un hombre que tenía la piel enferma se acercó a Jesús, se arrodilló ante él y le dijo:
—Señor, yo sé que tú puedes sanarme. ¿Quieres hacerlo?
Jesús tuvo compasión del enfermo, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
—¡Quiero hacerlo! ¡Ya estás sano!
De inmediato, aquel hombre quedó completamente sano; pero Jesús lo despidió con una seria advertencia:
—No le digas a nadie lo que te sucedió. Sólo ve con el sacerdote para que te examine, y lleva la ofrenda que Moisés ordenó. Así los sacerdotes verán que ya no tienes esa enfermedad.
Pero el hombre empezó a contarles a todos cómo había sido sanado. Por eso Jesús no podía entrar libremente en los pueblos, sino que tenía que quedarse en las afueras, donde no había gente. De todos modos, la gente iba a verlo.
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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