Reflexiona:
«¿Puedes confiar en Dios? Para el que confía en él, todo es posible.»
Piensa:
Cuenta una historia que en una ocasión en un pueblo que estaba junto una represa de agua se anunció que venía una gran inundación y que era probable que la represa no resistiera, por lo que todos los habitantes debían evacuar e irse a una comunidad vecina que se encontraba en la montaña. Un hombre que se decía muy religioso dijo: «Yo no me iré, Dios me ayudará», y se fue al templo, pasó un camión de la Cruz Roja y le pidieron evacuar, pero se negó. Cuando la presa se empezó a desbordar y el agua subía, pasó una lancha, pero él no quiso irse. El agua siguió aumentando y el hombre tuvo que subirse al campanario. Un helicóptero de rescate pasó, pero él se negó a irse. Al final la presa se rompió y la fuerza del agua arrasó el pueblo, y el hombre murió ahogado. Cuando llegó a las puertas del cielo le reclamó a Dios y le dijo: «Yo confié en que me salvarías y morí». Dios le dijo: «Te mandé un camión, una lancha y un helicóptero, pero tú no quisiste salir. ¿Qué más podía hacer por ti?».
Muchas veces nos sucede lo mismo a nosotros, pensamos en los milagros como si fueran magia, queremos ver demostraciones sobrenaturales para «creer en Dios», pero hoy Jesús nos recuerda que no se necesitan los milagros externos para creer, sino que es necesario creer y tener la seguridad para poder ver los milagros. Solo cuando confiamos verdaderamente en Dios y en su misericordia, es posible sentir su manifestación en nuestras vidas.
Y la base para alimentar esa relación con Dios es la oración. No dudemos de que nuestras oraciones son escuchadas, si oramos con fe, aún cuando muchas personas tratarán de decirte que es inútil orar, que los milagros no existen, no debemos dudar en que él nos escuchará y nos mostrará el camino para salir adelante. Pero que no nos pase como el hombre de la historia que oramos y nos sentamos a esperar, es necesario mantenernos atentos para ver las señales que Dios nos envía, y ser proactivos para aprovechar las oportunidades que se nos presentan para solucionar nuestros problemas.
No pidamos dinero, oremos por trabajo bien remunerado; no pidamos paz, oremos por fuerza para construir un mundo de paz; no pidamos a Dios que salve a los bebes que van a ser abortados, oremos por la voluntad y la convicción para levantar la voz y defender la vida.
Los milagros no ocurren cuando los pedimos, sino cuando creemos con seguridad y ponemos manos a la obra para que se manifiesten en nuestras vidas.
Dialoga:
Señor Jesús, hoy quiero pedirte como el padre del joven: «Ayúdame a confiar más en Dios», tengo fe Señor y creo en ti, pero muchas veces vacilo y la duda invade mi corazón. Ayúdame a alimentar mi fe para que se fortalezca. Que nunca más vuelva a dudar de tu misericordia y si lo hago, que sepa reconocer mi debilidad para regresar a ti.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, incrementa mi fe»
Recalculando:
Para redirigir nuestra vida a una seguridad de fe, te invitamos a que visites a alguna persona que esté pasando un momento difícil, y que obviamente esté dudando de su fe. Acompañar, compartir con seguridad, podrá ayudar a esta otra persona y a ti mismo te dará más claridad en tu fe.
Texto del Evangelio de hoy: San Marcos 9:14-29
Cuando llegaron a donde estaban los otros discípulos, vieron que había mucha gente a su alrededor, y que los maestros de la Ley estaban discutiendo con ellos.
Al ver a Jesús, la gente se puso muy contenta, pues no esperaba verlo. Todos corrieron a saludarlo.
Jesús les preguntó:
—¿Qué es lo que discuten entre ustedes?
Uno de los que estaban allí le dijo:
—Maestro, te traje a mi hijo, pues tiene un espíritu malo que no lo deja hablar. Cuando el espíritu entra en mi hijo, él se cae al suelo y empieza a echar espuma por la boca. Sus dientes empiezan a rechinar y él se queda rígido. Les pedí a tus discípulos que expulsaran de mi hijo a ese espíritu malo, pero no han podido.
Jesús les dijo:
—¿Por qué no han aprendido a confiar en Dios? ¿Acaso no pueden hacer nada sin mí? ¿Cuándo van a aprender? ¡Tráiganme aquí al muchacho!
Enseguida se lo llevaron. Cuando el espíritu malo vio a Jesús, empezó a sacudir al muchacho con gran fuerza. El joven cayó al suelo y empezó a echar espuma por la boca.
Jesús le preguntó al padre:
—¿Desde cuándo le pasa esto?
El padre respondió:
—Desde que era pequeño. Desde entonces, el espíritu malo siempre ha querido matarlo, y lo arroja al fuego o al agua. Por favor, haz algo para ayudarnos. ¡Ten compasión de nosotros!
Jesús le preguntó:
—¿Puedes confiar en Dios? Para el que confía en él, todo es posible.
Enseguida el padre gritó:
—Sí, confío en Dios. ¡Ayúdame a confiar más en él!
Cuando Jesús vio que se estaba juntando mucha gente a su alrededor, reprendió al espíritu malo y le dijo:
—Espíritu malvado, que impides hablar a este joven, ¡te ordeno que salgas y no vuelvas a entrar en él!
El espíritu malo gritó, haciendo que el muchacho sufriera otro ataque. Luego salió y lo dejó como muerto. Mucha gente decía: «¡Está muerto!» Pero Jesús tomó al joven por la mano y lo ayudó a levantarse.
Más tarde, cuando Jesús regresó a casa, los discípulos lo llevaron aparte y le preguntaron:
—¿Por qué nosotros no pudimos expulsar a ese espíritu?
Jesús les contestó:
—Esta clase de espíritu malo sólo se puede expulsar por medio de la oración.
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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