Reflexiona:
«…las semillas que cayeron en buena tierra representan a los que oyen el mensaje y lo entienden. Éstos sí cambian sus vidas y hacen lo bueno.»
Piensa:
Hace poco se llevó a cabo la reunión de mi generación de la preparatoria, y la verdad fue muy interesante ver cómo hemos cambiado desde nuestra época de estudiantes, y que tan diferentes son los caminos que han tomado nuestras vidas. Algunos no continuaron estudiando y se dedicaron a trabajar y han formado familia, otros se fueron a estudiar al extranjero, algunos no fueron y no sabemos que ha sido de ellos. Y esto viene al caso porque podemos decir que todos recibimos las mismas bases, tuvimos la misma educación, pero al final lo que importa es qué cosas tomamos y cómo las utilizamos en nuestras vidas.
Y en nuestra vida de cristianos es igual, podemos decir que todos recibimos las mismas bases: el mismo bautizo, el mismo catecismo, leemos la misma Biblia. Pero eso no significa que todos hacemos lo mismo, depende de nosotros decidir qué cosas de las que hemos recibido vamos a llevar a la práctica en nuestras vidas, inclusive tenemos la opción de ignorar todo y vivir nuestras vidas lejos de todo lo que sabemos.
Nuestras vidas son como ese terreno del que habla el Evangelio de hoy. Hay cosas que aceptamos fácilmente; otras que nos gustan, pero nos cuesta trabajo poner en práctica; hay cosas que simplemente no hacen eco en nosotros. Pero es importante aprender a ser objetivos e identificar estas zonas para que las vayamos «limpiando», como lo hace un trabajador del campo. Si hay una zona del terreno que no es buena para sembrar entonces va remueve la tierra, quita la maleza, las piedras, instala regadores, etc.
Así nosotros podemos debemos esforzarnos por mejorar cada día, y lograr que todo nuestro terreno sea apto para que la semilla de fruto. Recuerda que no hay premio sin esfuerzo, por eso es necesario dedicarle todos los días un momento para trabajar en esos puntos difíciles, y con la ayuda de Dios, lograremos grandes cambios en nuestras vidas.
Dialoga:
Señor Jesús, tú conoces las necesidades de mi vida espiritual. Sabes las cosas que se me ha complicado dejar atrás para poder dar buen fruto para tu reino. Hoy quiero pedirte que me ayudes a esforzarme cada día para hacer los cambios necesarios, que me lleven a vivir de un modo más acorde con tu palabra, y poder dar el fruto que estoy destinado a dar.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, ayúdame a dar buen fruto»
Recalculando:
Revisar hoy en mi dirección, cuáles son estos errores que cometo, para que la Palabra de Dios no dé su fruto esperado. Tal vez yo puedo mejorar en el carácter. ¿Cuántas veces sonrío al día? Tal vez permitir que la semilla dé su fruto es más sencillo de lo que piensas.
Texto del Evangelio de hoy: San Mateo 13:18-23
«Ahora, pongan atención y les diré lo que significa el ejemplo del campesino. Hay algunos que escuchan el mensaje del reino de Dios, pero como no lo entienden, el diablo viene y hace que lo olviden. Éstos son como las semillas que cayeron junto al camino.
»Las semillas que cayeron entre piedras representan a los que oyen el mensaje del reino de Dios, y lo aceptan rápidamente y con gran alegría, pero como no entienden muy bien el mensaje, su alegría dura muy poco. Cuando tienen problemas, o los maltratan por ser obedientes a Dios, enseguida se olvidan del mensaje.
»Luego están las semillas que cayeron entre los espinos. Estas semillas representan a los que oyen el mensaje, pero no dejan que el mensaje cambie sus vidas. Sólo piensan en lo que necesitan y en cómo hacerse ricos.
»Finalmente, las semillas que cayeron en buena tierra representan a los que oyen el mensaje y lo entienden. Éstos sí cambian sus vidas y hacen lo bueno. Son como esas semillas que produjeron espigas con cien, con sesenta, y hasta con treinta semillas.»
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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