Evangelio de hoy: San Juan 2:13-22

Reflexiona:

El amor que siento por tu templo me quema como un fuego.

Piensa:

Seguramente ya antes habías oído el pasaje de los mercaderes en el templo y como Jesús se enoja y los corre a todos, porque no quiere que el templo de Dios sea profanado. Pues hoy te invitamos a ver este pasaje desde una nueva perspectiva. Todos los hijos de Dios somos templos del Espíritu Santo y existen tantas personas sufriendo abusos físicos y morales. ¿Qué hacemos al respecto? ¿Nos levantamos ante las injusticias para defender el templo de Dios? ¿Sentimos ese mismo amor que quema como fuego igual que Jesús?

Hoy te invitamos a reflexionar sobre nuestra actitud ante los problemas del mundo actual, personas que viven sin amor, que sufren bullying, que son maltratadas, que viven en las drogas. Seguramente no tendremos que alejarnos mucho para encontrar personas que están en estas condiciones. Pero no basta con ser conscientes de esto, hay que actuar. Debemos poner manos a la obra y cuidar que el templo de Dios, presente en cada uno de nuestros hermanos, se mantenga digno y limpio. Comenzando por nosotros mismos.

Dialoga:

Espíritu Santo, tú que derramas el fuego del amor de Dios sobre todos nosotros, llena mi corazón de ese amor, para que la indiferencia y la apatía no me detengan a la hora de defender la dignidad de mis hermanos. Dame el valor para saber actuar ante las injusticias y para mantener mi propio templo como una digna morada de tu presencia.

Concéntrate:

Repite varias veces durante el día: «Todos somos templo de Dios»

Recalculando:

Ahora que hemos reflexionado sobre nuestro cuerpo como templo de Dios, ¿qué cosas son las que debes sacar para que sea un lugar digno de su presencia? ¿Qué personas cercanas a ti están pasando por una situación en la que su dignidad está siendo profanada? ¿Qué es lo que puedes y vas a hacer al respecto?

Texto del Evangelio de hoy:

Como ya se acercaba la fiesta de los judíos llamada la Pascua, Jesús fue a la ciudad de Jerusalén. Allí, en el templo, encontró a algunos hombres vendiendo bueyes, ovejas y palomas; otros estaban sentados a sus mesas, cambiando monedas extranjeras por monedas judías. Al ver esto, Jesús tomó unas cuerdas, hizo un látigo con ellas, y echó a todos fuera del templo, junto con sus ovejas y bueyes. También arrojó al piso las monedas de los que cambiaban dinero, y volcó sus mesas. Y a los que vendían palomas les ordenó: «Saquen esto de aquí. ¡La casa de Dios, mi Padre, no es un mercado!»
Al ver esto, los discípulos recordaron el pasaje de la Biblia que dice: «El amor que siento por tu templo me quema como un fuego.»
Luego, los jefes de los judíos le preguntaron a Jesús:
—¿Con qué autoridad haces esto?
Jesús les contestó:
—Destruyan este templo, y en sólo tres días volveré a construirlo.
Los jefes respondieron:
—Para construir este templo fueron necesarios cuarenta y seis años, ¿y tú crees poder construirlo en tres días?
Pero Jesús estaba hablando de su propio cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, los discípulos recordaron que él había dicho esto. Entonces creyeron lo que dice la Biblia y lo que Jesús había dicho.

Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual  ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.