Reflexiona:
«Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para Dios todos ellos están vivos.»
Piensa:
Desde el principio de los tiempos muchas culturas han tenido una concepción de la vida después de la muerte y la conciben de formas distintas: el Valhalla para los nórdicos era un lugar donde habitar después de haber caído en batalla y donde disfrutarían de grandes banquetes y la compañía de otros héroes; algunas culturas nativas americanas la imaginaban como una gran pradera donde no existe el dolor y con grandes rebaños para cazar y vivir cómodamente. Es decir, cada cultura concebía su propia idea de la felicidad llevando a una «vida eterna» los bienes de esta vida terrenal.
Pero hoy Jesús nos da una esperanza que va más allá de las cosas que conocemos. Aquellos que mueren en la gracia y amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son como Dios para siempre, porque «lo ven tal como es», cara a cara. El cielo es el fin último y el cumplimiento de los anhelos humanos más profundos, el estado de la felicidad suprema y definitiva. Vivir en el cielo es «estar con Cristo».
¿Por qué es relevante esto? Porque Jesús nos quiere recordar que la vida no consiste en acumular cosas materiales, porque estas cosas son pasajeras; el mundo nos ha encerrado en una gran carrera por poseer cosas, por alcanzar títulos y nos hace creer que no seremos realmente felices si no acumulamos la mayor cantidad de bienes. Una carrera, un auto, una casa, teléfonos… al final solo son cosas. Y no es que sea malo preocuparse por vivir una vida cómoda, pero no debe ser el centro de nuestra existencia, lo importante es vivir una vida buena, honesta, de servicio a los demás.
Los egipcios creían que podían llevarse a la siguiente vida sus riquezas y sus esclavos, para continuar con una vida como la que llevaron en este mundo; y bueno, ya sabemos dónde han terminado muchos de esos bienes que estaban en sus tumbas.
Por eso seamos más inteligentes y abramos la mente y el corazón para ver realmente lo importante, la riqueza del espíritu es lo único que nos podremos «llevar» a la vida eterna, donde disfrutaremos de lo que Dios tiene preparado para nosotros: lo que ningún ojo humano ha visto, ni ninguna mente ha podido imaginar.
Dialoga:
Señor Jesús, desde mi creación me has dado la oportunidad de trascender, permite que las tentaciones del mundo no me impidan cumplir con ese propósito. Que sepa siempre buscar las cosas que alimentan el espíritu para mantenerme cerca de ti y caminar de tu mano al reino que Dios tiene preparado para nosotros.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, ayúdame a vivir para ganar la eternidad»
Recalculando:
Seguramente sabes que hay personas que tienen mucho conflicto en abordar el tema de muerte. O personas que están pasando por un duelo. Haz el intento de llegar a una de estas personas para darles ánimo y valor. La vida cristiana se construye con pequeñas acciones.
Texto del Evangelio de hoy: San Marcos 12:18-27
Unos saduceos fueron a ver a Jesús y, como no creían que los muertos pueden volver a vivir, le preguntaron:
—Maestro, Moisés escribió que, si un hombre muere sin tener hijos con su esposa, el hermano de ese hombre debe casarse con esa mujer y tener hijos con ella. De acuerdo con la ley, esos hijos son del hermano muerto y llevan su nombre.
»Pues bien, aquí vivían siete hermanos. El mayor se casó, y tiempo después murió sin tener hijos. Entonces el segundo hermano se casó con la mujer que dejó el mayor, pero al poco tiempo también él murió sin tener hijos. Con el tercer hermano pasó lo mismo. Y así pasó con los siete hermanos. Finalmente, murió la mujer.
»Ahora bien, cuando Dios haga que todos los muertos vuelvan a vivir, ¿de quién será esposa esta mujer, si estuvo casada con los siete?
Jesús les contestó:
—Ustedes están equivocados. No saben lo que dice la Biblia, ni conocen el poder de Dios. Cuando Dios haga que los muertos vuelvan a vivir, nadie se va a casar, porque todos serán como los ángeles del cielo. Y en cuanto a si los muertos vuelven a vivir, ustedes pueden leer en la Biblia la historia de la zarza. Allí, Dios le dijo a Moisés: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus antepasados.” Por tanto, Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para Dios todos ellos están vivos. ¡Qué equivocados están ustedes!»
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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