Reflexiona:
Cualquiera que los rechace, a mí me rechaza; y la persona que me rechaza, rechaza también a Dios, que fue quien me envió.
Piensa:
Ni el sabio es tan sabio, ni el tonto es tan tonto… pero el necio, siempre será necio.
En el campo legal existen los llamados «agravantes de un delito», por ejemplo, no se castiga igual a una persona que al salir de un estacionamiento se descuida y atropella a un peatón; que aquella persona que espera pacientemente a una víctima y cuando la ve descuidada le avienta el auto encima. Es obvio que no pueden recibir la misma pena, en el primer caso la mayoría de las veces solo se les pide cubrir los gastos médicos hasta la recuperación del afectado; en cambio en el segundo caso se analizan los motivos que impulsaron a cometer el delito y se les da pena de cárcel por muchos años, dependiendo la gravedad del afectado.
¿Por qué? Bueno, lo primero es un accidente, lo segundo es un delito planeado y se considera intento de asesinato.
Pues bien, algo similar es lo que vemos en el Evangelio de hoy: Jesús le reprocha a la gente de Betsaida y Cafarnaúm, porque entre ellos ha realizado muchos milagros, ha predicado durante meses; y ellos ignoran su mensaje y continúan con sus vidas comunes como si nada hubiera pasado. Se aferran a su necedad y a sus costumbres, a su vanidad y su ego. Ya no son ignorantes, Jesús mismo les ha revelado el mensaje de Dios, ha demostrado su poder y sin embargo ellos deciden no creer.
¿Qué tercos verdad? Pero ¿te has preguntado si tú mismo tienes esa actitud ante la verdad? En tu vida diaria, ¿eres capaz de hacer un cambio para mejorar, después de haber escuchado el mensaje de Jesús? ¿O sigues adelante como si nada?
Este mes la Iglesia nos invita a reflexionar sobre la misión y el apostolado, nos recuerda que todos somos llamados a ser mensajeros de la verdad y la alegría, pero muchos deciden ignorar ese llamado, y a veces, no solo lo ignoran, sino que luchan en contra de él, para impedir que otros escuchen la buena nueva.
Tengamos cuidado de no ser necios, y mucho menos, un obstáculo para que el mensaje de amor de Dios llegue a todos los rincones de la tierra. En medio de un mundo con tantas necesidades no construyamos barreras, sino puentes, que nos ayuden a encontrarnos con el hermano necesitado, solo y triste, que ansía escuchar un mensaje de esperanza y consuelo.
Dialoga:
Señor Jesús, me has llamado a escuchar y a ser un mensajero de tu evangelio, ayúdame a limpiar mi mente y mi corazón de toda vanidad y necedad que puedan impedirme ser un discípulo fiel y productivo. Dame la gracia de perseverar a tu lado, para ser un fiel reflejo de tu amor en el mundo.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, limpia mi corazón de la vanidad y el egoísmo»
Recalculando:
Hoy para recalcular tu vida, como seguidor de Jesús, te invito a que puedas dar testimonio público de tu fe. Habla con algún vecino, un compañero de estudio o de trabajo, incluso con algún familiar. No se trata de convencerlo, sino de que tú mismo estés convencido y entonces dices claramente porqué sigues a Jesús, y los beneficios que te da este sentirte tras las huellas del maestro. Seguro que aprendes a escuchar más y a ayudar a los demás con tu testimonio.
Texto del Evangelio de hoy: San Lucas 10:13-16
Jesús también dijo:
«Habitantes del pueblo de Corazín, ¡qué mal les va a ir a ustedes! ¡Y también les va a ir mal a ustedes, los que viven en el pueblo de Betsaida! Si los milagros que hice entre ustedes los hubiera hecho entre los que viven en las ciudades de Tiro y de Sidón, hace tiempo que ellos habrían cambiado su modo de vivir. Se habrían vestido de ropas ásperas y se habrían echado ceniza en la cabeza para mostrar su arrepentimiento. Les aseguro que, en el día del juicio final, ustedes van a recibir un castigo mayor que el de ellos.
»Habitantes del pueblo de Cafarnaúm, ¿creen que van a ser bien recibidos en el cielo? No, sino que van a ser enviados a lo más profundo del infierno.»
Luego Jesús les dijo a sus discípulos: «Cualquiera que los escuche a ustedes, me escucha a mí. Cualquiera que los rechace, a mí me rechaza; y la persona que me rechaza, rechaza también a Dios, que fue quien me envió.»
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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