Preguntas en tiempos de pandemia

Todos queremos respuestas. Muchas veces surgen fácilmente: ¿A qué hora es la cena? ¿Cuándo regreso a casa? ¿Quién se unirá a mí? Las respuestas aportan claridad y estructura a nuestras vidas. Nos ayudan a saber qué esperar, dándonos direcciones concretas para ordenar nuestro tiempo y pensamiento. Cuando una pregunta queda sin respuesta, nos puede dar la sensación de desorden, que no está resuelta o que ha sido forzada por la tensión. Puede provocar confusión, incluso caos. Puede generar malentendidos y, lo que muchos de nosotros tratamos de evitar, la incomodidad.

¿Pero estas cosas son siempre malas?

Las Escrituras parecen decir lo contrario. En muchos lugares, los escritores bíblicos nos llevan a sentarnos con nuestras preguntas e indagar un poco más. No apresurarse a una respuesta. Hacen preguntas desafiantes y no dan soluciones listas. A pesar de nuestro deseo de claridad, esta práctica en realidad nos da espacio para escuchar a Dios. Venimos preguntando una cosa y nos vamos preguntando otra. En lugar de ser una molestia o un problema, las preguntas en las Escrituras se presentan como un camino continuo hacia el descubrimiento. A menudo, la lección se encuentra en el proceso mismo de preguntas. Después de todo, a menudo estamos en tensión, incomodidad, confusión, caos y desorden sin resolver cuando nos encontramos con Dios.

Aquí hay dos formas en que las Escrituras nos invitan a demorarnos en nuestras preguntas y encontrarnos con Dios en el proceso de descubrimiento.

1. Job: ¿Por qué estoy sufriendo?

Job es el prototipo de preguntas difíciles. Él hace las preguntas profundas: ¿Por qué la vida es tan difícil? ¿Por qué sufrimos? ¿Los humanos volveremos a vivir? ¿Dónde se encuentra la sabiduría? (Job 7:1; 14:14; 28:12). Job quiere saber las razones de su sufrimiento, los orígenes de su dolor y las formas de evitarlo. Una y otra vez Job se lamenta de Dios. Literalmente se siente incómodo y desordenado, en un basurero (Job 2:8). Más que nada, quiere que su sufrimiento termine. Job exige una respuesta. 

Pero la respuesta de Dios viene en forma de más preguntas: «Respóndeme a estas preguntas» (Job 38:3b). Las preguntas de Dios llevan a Job a través de la creación: ¿Alguna vez en tu vida has dado órdenes de que salga la aurora y amanezca el día? ¿Has visitado el misterioso abismo donde tiene sus fuentes el océano? ¿Has visto dónde están las puertas del tenebroso reino de la muerte? ¿Tienes idea de la anchura de la tierra? (Job 38:12, 16, 17, 18). Las preguntas de Dios cambian la perspectiva de Job para reconocer el dominio de Dios sobre todo. Dios es más grande que las preguntas de Job y los caminos de Dios no pueden explicarse. Las preguntas de Dios apuntan a Job hacia este misterio: dejar que Dios sea Dios.

¿Quién es Dios? ¿Quién es esta deidad que creó a Job y los animales salvajes y se preocupa por ambos? (Job 40:15). ¿Quién es este Dios Todopoderoso que puso los cimientos de la tierra, estableció los límites del mar y mantiene las estaciones en movimiento (Job 38:4; 38:10; 38:29–30; 40:1)? Las Escrituras nos recuerdan que Dios está más allá de nuestro entendimiento y no puede resumirse por nuestra lógica o razonamiento, o incluso restringirse a las palabras en la página (Hebreos 4:12).

2. Los Salmos: Poniendo palabras al misterio

Los Salmos ilustran esto bien usando poesía y lenguaje lírico para expresar lo inexpresable. Los escritores usan metáforas para darnos imágenes del carácter de Dios. Dios es descrito como una protección y un refugio porque protege y defiende (Salmos 7:10; 11:1). Invocan rasgos humanos para ayudarnos a encontrarnos con Dios de una manera con la que podamos relacionarnos. Dios tiene una mano (17:14 NVI), una voz de trueno (18:13), y se asemeja a un pastor (23), una madre (131:2) y un rey (24:10). Cada una de estas metáforas apuntan a verdades acerca de Dios, sin intentar ser definitivas.

Los Salmos nos muestran que siempre estamos buscando formas de describir a un Dios misterioso. Dios se revela en los escritos bíblicos, en encuentros emotivos e historias grabadas, pero incluso nuestro lenguaje se queda corto al describir tal majestad. En lugar de traer definiciones literales, estos poemas dejan espacio en nuestro entendimiento para que Dios viva y respire. Nos invitan a preguntar quién es Dios y salir con una comprensión más expansiva y no concluyente. Los Salmos nos llevan a una relación de confianza y obediencia, que nos lleva más allá del mero conocimiento o la capacidad intelectual.

Sigue preguntando. Mientras continuamos leyendo las Escrituras, sigamos haciendo preguntas. Cada encuentro con la Biblia es una oportunidad para conocer a un Dios que es más grande de lo que podemos imaginar, un Dios que no puede ser definido por nuestras preguntas o completamente conocido a través de nuestras respuestas. Pero nos encontramos con nuevas facetas del misterio de Dios a través de este proceso continuo de descubrimiento, ¡y el encuentro siempre superará nuestras expectativas!

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