Reflexiona:
«La fiesta de bodas está lista, y aquellos invitados no merecían venir. Vayan por las calles, e inviten a todos los que encuentren para que vengan a la fiesta de bodas».
Piensa:
En los principios de mi vida laboral, me tocó ser asistente de un empresario que estaba al frente de una asociación de comerciantes, y por su puesto recibía muchas invitaciones a eventos sociales y políticos; pero el asistía a muy pocos. A mi me parecía increíble la cantidad de invitaciones que ignoraba, porque algunas eran para eventos muy exclusivos.
Mientras leía el Evangelio de hoy me quedé pensando que en la vida espiritual tenemos una actitud muy similar, recibimos muchas invitaciones a una vida renovada y mejor; a encuentros con el Señor a través de la oración, el servicio y la eucaristía; pero ¿cuántas veces respondemos a estas invitaciones? Muchas veces pareciera que escogemos solo «eventos importantes» para asistir a misa o a un encuentro parroquial; cuando la realidad es que cada oportunidad que se nos presenta debería ser motivo de una gran alegría y deberíamos estar ansiosos por asistir.
El ejemplo que Jesús le puso a sus discípulos sigue aplicando hoy en día. Muchos de nosotros preferimos seguir atendiendo nuestros propios asuntos: escuela, trabajo, vida social… y no nos queda tiempo para vivir nuestra espiritualidad. Infinidad de veces he escuchado que incluso se critica a quienes buscan tener una vida espiritual más profunda, haciendo comentarios como: «seguro no tiene nada que hacer», «cómo no tiene que trabajar», y «seguro no tiene familia».
Pero hoy Jesús nos recuerda que no se trata de «no tener nada que hacer», sino que saber priorizar las cosas, y darle la debida importancia a cada aspecto de nuestra vida. Así que no desaprovechemos las invitaciones que Dios nos hace cada día para asistir a su fiesta, estemos listos para presentarnos y disfrutar del banquete que tiene preparado para nosotros.
Dialoga:
Señor Jesús, en muchas ocasiones me has llamado para presentarme a tu fiesta y disfrutar de la alegría de tu presencia, pero por el ajetreo de la vida cotidiana no he sabido atender a tus invitaciones. Te pido que me ayudes a estar más atento y a saber aprovechar las cosas que me ofreces, para poder vivir una vida más plena y feliz a tu lado.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, que siempre esté atento a tu llamado»
Recalculando:
¿Has pensado en alguna invitación de Dios que hayas dejado pasar? Quizá a un retiro, a vivir más de cerca con tu comunidad. ¿Cuándo fue la última vez que asististe a misa y comulgaste? ¿O que te acercaste al sacramento de la confesión? Hoy Jesús te invita de nuevo, hazte el propósito de responder positivamente a su llamado.
Texto del Evangelio de hoy: San Mateo 22:1-14
Una vez más, Jesús les puso un ejemplo a los sacerdotes, a los líderes judíos y a los fariseos:
«En el reino de Dios pasa lo mismo que cuando un rey hizo una fiesta para celebrar la boda de su hijo. El rey envió a sus sirvientes para que llamaran a los invitados a la fiesta. Pero los invitados no quisieron ir. Entonces el rey envió a otros sirvientes con este mensaje: “La comida ya está lista. He mandado preparar la carne de mis mejores terneros. ¡Vengan a la fiesta!”
»Pero los invitados no hicieron caso, y cada uno se fue a hacer otras cosas. Uno fue a ver sus terrenos, otro fue a atender su negocio, y los otros agarraron a los sirvientes del rey y los mataron a golpes.
»El rey se enojó mucho, y envió a sus soldados para que mataran a esos invitados y quemaran la ciudad donde vivían. Luego, el rey dijo a sus sirvientes: “La fiesta de bodas está lista, y aquellos invitados no merecían venir. Vayan por las calles, e inviten a todos los que encuentren para que vengan a la fiesta de bodas.”
»Los sirvientes fueron a las calles de la ciudad e invitaron a muchas personas, unas malas y otras buenas; y así el salón de la fiesta se llenó de invitados.
»Cuando el rey entró al salón para conocer a los invitados, vio a uno que no estaba bien vestido para la fiesta, y le dijo: “¡Oye, tú! ¿Cómo hiciste para entrar, si no estás vestido para la fiesta?”
»Pero él no contestó nada. Entonces el rey les ordenó a sus sirvientes: “Átenlo de pies y manos, y échenlo afuera, a la oscuridad; allí la gente llora y rechina de terror los dientes.”
»Esto pasa porque son muchos los invitados a participar en el reino de Dios, pero son muy pocos aquellos a los que Dios acepta.»
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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